lunes, 28 de mayo de 2018

Mi colección de cuentos favoritos (I)

Varios meses atrás, pensando en algún tema que fuera interesante para los lectores del blog, se me ocurrió un peculiar juego literario: de todos los relatos que he leído en mi vida, ¿cuáles consideraría que más me han influenciado, o me han servido para evolucionar como escritor? Eso sí, para hacerlo un poco más difícil me autoimpuse la norma de que solo podía escoger un relato de cada escritor. Y la verdad es que el resultado acabó siendo bastante interesante (amén de descubrir que tal o cual obra tenía un título distinto al que yo recordaba); sobre todo, al organizarlos en modo más o menos cronológico y comprobar quién iba entrando en ese heterogéneo ranking de maestros literarios. Así que he decidido compartir esa lista con vosotros, añadiendo de paso mis recuerdos y una breve reflexión sobre cuál considero que fue su enseñanza o en qué modo pudo influenciarme después.

¡Mentiroso! de Isaac Asimov.
A pesar de que siempre hablo de Julio Verne como el escritor con el que me introduje en la literatura de ficción, todo lo que he podido leer de él ha sido novela. De modo que el honor de "primer relato influyente" recaería en ésta obra del Padre de las Leyes de la robótica.


Mi afición por Asimov se desarrolló, por cierto, alrededor de un dato curioso: cumplíamos años el mismo día. Quizás no lo habría leído con la misma avidez si hubiese escrito relatos románticos, o simple ficción; pero el hecho es que contaba historias de naves espaciales y robots, en una época en la que esos elementos me tenían cautivado por completo. Es más, al hacer memoria estoy casi seguro de que mi primer Asimov fue un ejemplar de bolsillo de una de las aventuras de Lucky Starr, comprado por mis padres durante un paseo por el Rastro de Madrid.

Pero yendo al tema del artículo, ¿por qué he elegido ¡Mentiroso! de entre la infinidad de relatos que publicó? Pues creo que porque fue el primero en el que me enfrenté al dilema de la autoconsciencia de una IA y su muy humano temor a la muerte.


La historia narra cómo la doctora Susan Calvin se enfrenta a un caso inaudito: un androide que asegura que es capaz de leer la mente humana y, al parecer, podría disponer en efecto de esa capacidad. Una que ningún robot debería poseer. Pero el cerebro positrónico de éste en concreto había sido catalogado como defectuoso y, por tanto, ese funcionamiento "anormal" podría ser la razón de que desarrollase una habilidad fuera de lo común. Hasta aquí, y para quienes conozcan la serie de relatos de Asimov protagonizados por la doctora, la trama se movería dentro de lo habitual ya que  ella siempre atendía casos de IAs con comportamientos extraños.

La parte más interesante del relato llega cuando Asimov desarrolla cómo reaccionan los humanos ante las "revelaciones telepáticas" del androide. Y, muy en concreto, la doctora Susan Calvin. Para los que no estén familiarizados con el personaje, se trataba de una eminencia en inteligencias artificiales, fría y solitaria, centrada en exclusiva en la tarea de averiguar qué podía estar fallando en esos cerebros positrónicos para dar una solución a sus problemas. En la actualidad, podríamos situarla en paralelo con la doctora Temperance Brennan de las primeras temporadas de Bones (sin ser una comparación del todo acertada, pero que podría ayudar). De hecho, creo que fue el primer personaje femenino que se me presentaba como una mujer liberada de los estereotipos de esposa y/o madre. En los relatos imitaba un tanto el procedimiento deductivo de Sherlock Holmes con los androides defectuosos que le presentaban, desplegando sus talentos analíticos para hallar la raíz de sus anomalías. Y sin embargo, en ésta historia Asimov permitió que viéramos un lado de su personalidad muy distinto, que nunca jamás volvería de dejar traslucir. Un momento de debilidad que solo se produjo porque el androide puso en jaque el talento de Susan para enfrentarse al caso con frialdad.

Como es obvio, al final acaba por descubrirse la verdad. Y aunque la primera vez que lo leí no le di muchas vueltas, con el tiempo caí en la cuenta de la importancia que tenía el error de funcionamiento del androide. Y en el hecho de que, al ser consciente de cuál era la consecuencia de lo que le pasaba, su reacción no era sino el recurso de supervivencia de una criatura que no quiere morir. 

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