lunes, 21 de mayo de 2018

De resacas post-presentación

Aunque el título de éste artículo parezca exagerado, lo cierto es que me he pasado todo éste fin de semana dejando atrás los efectos del subidón de moral que me produjo la presentación oficial de Monozuki, el viernes 18. Y no sé si, en parte, se debe a una colleja kármica por cómo había afrontado el evento. Varios días atrás, una amiga me preguntaba si me sentía excitado o emocionado ante la inminente publicación de la novela y, con honestidad, le dije que no. Recuerdo haber estado en una nube cuando El secreto de los dioses olvidados  vio la luz; pero desde entonces el efecto de encontrar mi nombre en un libro (y de ponerme delante de los lectores) se ha calmado. O eso creía yo.


Para empezar, Carmot Press realizó un esfuerzo enorme para dar a conocer el evento en las redes sociales y por lograr que tuviera unos compañeros estupendos junto a los micros: Giny Valrís y Eduardo Vaquerizo. Pero es que, además, acudieron para preparar el sitio donde iba a tener la charla como nunca antes lo había visto hacer en ningún evento del que haya formado parte; de modo que el espacio que nos cedió Generación-X Puebla lucía estupendo. Y uno de los recuerdos que se regalaron a los asistentes, una chapa con la imagen de Monozuki, se ha convertido ya en objeto de deseo de algunos de mis seguidores más veteranos. Todos esos esfuerzos, y el conocimiento de los preparativos que estaban llevando a cabo para la presentación, fue lo que consiguió al fin ponerme nervioso. ¿Iría mucha gente? ¿Se quedaría la sala vacía a causa de la lluvia? ¿Resultaría entretenida la charla?

Mis primeras dudas se resolvieron pronto, y de forma satisfactoria: amén de familiares y amigos muy próximos, las sillas se fueron ocupando sin prisa pero sin pausa con amistades de tertulias literarias, aficionados al steampunk con los que he compartido buenos ratos, lectores beta, y curiosos a los que había llamado la atención el anuncio. El dilema de la afluencia de público quedaba así resuelta, aunque aún faltaba capear la verdadera prueba de la tarde: la charla sobre el libro.


En principio, la presentación iba a ser algo breve. Pero cuando estás en compañía de gente como Eduardo y Giny, que son capaces de formularte preguntas interesantes o enriquecer la conversación con datos sobre la creación literaria sin parar, la charla puede durar hasta el infinito. Así fue como descubrí que le debo a Giny ser lectora beta de una de mis próximas novelas; que Eduardo acabó el libro siendo fan del villano de la historia; comentamos detalles sobre el universo de Monozuki, y cómo hice para desarrollar ese lugar que parece Japón pero no lo es; de las heroínas que han servido para modelar a ésta protagonista que ha conquistado a todos los lectores de prueba; de cómo tardé tanto en empezar a escribir, por culpa de mi afición al dibujo y los cómics; de la evolución en mi propio estilo de literario... y de dónde podrían llevar a Monozuki sus aventuras futuras. Todo en un ambiente entretenido en el que, espero no equivocarme, lo pasamos muy bien tanto los presentadores como los asistentes.


Como es habitual, el punto final del evento lo puso la firma de ejemplares. Para la ocasión me llevé tres modelos de mi colección (más vale pecar de prevenido) que me permiten hacer florituras, y por lo que pude adivinar todos quedaron bastante contentos con los ejercicios de caligrafía e improvisación literaria que se llevaron consigo. Los primeros de muchos, espero.


¿Y ahora? Pues mientras las endorfinas retornan a sus valores normales, me voy mentalizando para futuras charlas con nuevos lectores y, a la espera de que vayan llegando reseñas que ratifiquen el buen feeling hacia la novela, continúo avanzando en las próximas historias de la chica zorro.

P.D. : Gracias mil a mi gran amigo Deepblackday, que se convirtió en fotógrafo inesperado del evento. Con reportajes como el suyo, todo luce aún más espectacular.

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