martes, 12 de enero de 2021

PEQUEÑO TALLER LITERARIO (II) Añadiendo profundidad a los personajes.

Hoy os presento un nuevo artículo de esta sección, que pretende ofreceros consejos y recursos que poder usar cuando afrontéis la tarea de escribir una novela. Después de hablar de forma escueta sobre la creación de personajes, hoy os traigo varios trucos que podréis poner en práctica a la hora de darle profundidad a vuestros protagonistas o secundarios.

De las cosas que he aprendido de los juegos de rol, y más tarde he procurado aplicar a la escritura, trabajar con los arquetipos debe de estar bastante arriba en la lista. Al fin y al cabo, la mayoría de reglamentos se sirven de ellos. Es una forma muy sencilla de presentar a sus potenciales jugadores ejemplos de las diferentes tipologías de personajes que podrán interpretar durante las partidas (paladín, investigador sobrenatural, hechicero, mafioso, agente secreto, buscador de tesoros...) Sin embargo, luego es tarea de cada jugador (o, en nuestro caso, de cada escritor) el caracterizarlo hasta lograr que sea único y diferente a todos los demás. 

Así, por ejemplo, tenemos las diversas versiones existentes del arquetipo de arqueólogo aventurero que han hecho fortuna: Indiana Jones, Lara Croft, Nathan Drake, Benjamin Gates, Quatermain, Rick O'Connell... Cada uno de ellos con sus peculiaridades y rasgos propios, que permiten a lectores y espectadores reconocerlos al instante o adivinar su presencia por un detalle, un objeto, una frase...

Son muy parecidos y, sin embargo, cada uno tiene sus propios 
métodos, filias y fobias que les hacen únicos.

Nuestra intención al crear un personaje debe estar centrada en ese punto: conseguir que no acaben siendo un clon de uno de esos ejemplos famosos (sobre todo, los protagonistas) para ofrecer al lector algo original; la única excepción a esta regla que se me ocurre estaría en la literatura pulp, ya que uno de sus pilares fundamentales es manejar personajes cortados por un mismo patrón arquetípico.

No sé otros autores, pero mi forma natural de imaginar a los personajes de cualquier novela suele consistir precisamente en pensar en alguna de las versiones más conocidas de un arquetipo; y, partiendo de ella, adaptarla a la historia que quiero contar. De ese modo consigo formarme un boceto mental del aspecto físico, apariencia general y carácter del personaje. Y, si sois de los que os gusta tener una representación gráfica para sentir más real a vuestra criatura, gracias a la enorme cantidad de ilustraciones y fotografías disponibles en internet, encontrar la imagen que mejor se ajuste a lo que estás creando en tu cabeza suele depender tan solo del tiempo que le dediques a investigar.

Resultado de buscar "wizard" en la página de ArtStation. Y solo son 3.

¿A qué trucos recurro yo, a partir de este punto, para lograr que ese personaje sea único y diferente? Pues según el caso, uso uno (o varios) de estos recursos:

Hábitos peculiares

Una de las herramientas que más he aprovechado de mi etapa rolera, y cuya utilidad resulta evidente si repasamos a la mayoría de personajes del cine, la literatura o el cómic, es dotar al personaje de hábitos recurrentes que le sean propios. Entre otros, tenemos las frases personales (el "Bond, James Bond" del agente 007), las prendas de las que nunca se desprenden (la gabardina de Colombo, el sombrero Panamá de Indiana Jones...), o las puras adicciones (el hábito de consumir opiáceos de Holmes y todos su clones). Tras tanto tiempo, yo acabé reuniendo una lista con más de cien opciones y, cuando opto por usarla, suelo elegir tres o cuatro al azar, descartando solo los resultados que me parecen inadecuados para el personaje (si os interesa ver una versión reducida para jugadores de rol, la compartí en el blog de Milanosfera).

Bond y el Martini... unidos para siempre.

Brainstorming

No sé si la descripción será ajustada, pero considero que es un sistema que da resultados muy interesantes y (a pesar de ser algo más caótico), evita que tus personajes acaben mostrando demasiadas similitudes en sus preferencias y odios de novela en novela, al estar mediatizados por los tuyos propios. Quienes me conocen, por ejemplo, sabrán que la aparición de personajes tatuados es algo que responde a un filia personal muy fuerte.

¿Cómo pongo en marcha este recurso? Pues creo un cuestionario de preguntas sobre cosas que gusten o disgusten, y se las envío a amigos o conocidos para usar luego sus respuestas cuando se me planteen dudas sobre cómo añadir detalles a cierto personaje (porque le asigno las respuestas de cada colaborador a un personaje concreto). Esto nos permite disponer de un lote de respuestas que no están influenciadas por nuestros prejuicios, y podemos utilizar como mejor nos convenga puesto que no están enfocadas a ningún detalle en concreto. Por ejemplo, si preguntamos por el color favorito de la persona, podemos aplicarlo luego al escudo de armas de nuestro personaje, a una joya que le sea muy preciada, o a su vestuario; si le pedimos el nombre de un animal, podemos usarlo como su apodo, convertirlo en su forma espiritual, etc... y lo mismo se aplicaría a las cosas que odien (olores, sabores, lugares...) Pero sobre todo os animo a ser creativos. Imaginad que decidís aplicar las respuestas de cierto colaborador a un personaje que puede usar poderes mágicos y, cuando usa su hechizo más poderoso, escogéis darle un toque peculiar: que el aire adopte el olor favorito de la persona. Para estos momentos nos vendrán al pelo algo como esa lista, y de seguro que el colaborador disfrutará mucho al verlo escrito.

Mi recomendación, si os apetece probar este sistema, es que la lista de preguntas incluya entre 10 y 12 preferencias y odios, que pueden ir desde los ejemplos descritos a preguntar por gustos musicales, pictóricos, autores literarios, bebidas.. o cualquier otra cosa que sea luego vinculable con el universo de tu historia.

Basarse en personajes históricos o ficticios

Sí, he dicho que clonar personajes ya existentes debía de evitarse. Pero hay ocasiones en que sus características se ajustan a la perfección con lo que te está pidiendo tu historia. Su personalidad y/o el rol que interpreta encajan tan bien, que la solución obvia es usarlo como el núcleo principal para tu criatura. Eso no significa que no debas trabajar para hacerlo tuyo, en lugar de trasplantarlo y maquillar un poco su aspecto. Así, por ejemplo, tendríamos al Doctor House (que fue creado en gran parte sobre rasgos de Sherlock Holmes), o al rey Robert Baratheon (cuya vida tiene muchas similitudes con las de Enrique VIII y Enrique IV). 

Esto se aplica también a los casos en que nos inspiremos en amigos o conocidos al crear a alguno de los miembros de nuestro reparto (no miréis para otro lado, todos lo hemos hecho). Un recurso que, en mi experiencia, funciona de modo más efectivo en narraciones cortas, ya que puedes limitarte a un perfil psicológico más escueto y tendrás suficiente con los tres o cuatro detalles de su personalidad en los que hayas decidido centrarte.

Teniendo en cuenta que aquí nos encontramos con personajes que, sobre todo si su modelo es mundialmente conocido, provocarán con facilidad que el lector los asocie con su fuente original, (y salvo que decidamos que no nos importa si su influencia es perceptible) el modo sencillo de distinguirlo es hacer que su aspecto físico, profesión, u otros rasgos les diferencien. De nuevo, si vemos al Doctor House, nos encontramos con un médico (en lugar de un detective) y la característica invalidez que definió muchos de los rasgos del personaje. 

Recuerda... personalizar tus personajes no se limita a lograr que tengan un aspecto impresionante.
Dotarles de filias, fobias, aficiones, virtudes, defectos y hasta vicios es lo que les otorga alma.

Recapitulando...

Como ya he dicho, estos sistemas son los que yo he desarrollado a lo largo del tiempo para conseguir que mis personajes principales (ya fueran protagonistas o secundarios) sean únicos y diferentes a aquellos con los que comparten arquetipo. Seguro que en otros talleres os explicarán métodos distintos, y que vosotros mismos acabaréis elaborando las que mejor se adapten a vuestra forma de escribir. Lo importante es que logréis dotar de un carácter único a vuestros personajes y consigáis de ese modo que, para los lectores, sean personas con su propia identidad y forma de ser.