miércoles, 25 de julio de 2018

Clubes de lectura: la última frontera

Como ya estuve anunciando a lo largo de la semana, el pasado domingo 22 disfruté de una entretenida charla-debate con los miembros del club de lectura Bibliogoth Madrid, además de un par de invitados que aceptaron unirse a participar en el evento. El propósito principal era comentar sus impresiones tras la lectura de Monozuki. La chica zorro, y el resultado, en líneas generales, fue bastante bueno. Dándome motivos para confiar en que es una obra que recomendarán a sus amistades.


Para empezar, me alegró mucho comprobar cuánto les había gustado la novela. A pesar de que éste club de lectura es muy heterogéneo, uno siempre tiene dudas; más aún cuando te aventuras con un escrito cuyas etiquetas pertenecen a un género minoritario como el greenpunk, o una ambientación fantástica que se marcha de los cánones europeos. Pero de hecho (y era algo que ya me habían vaticinado los lectores beta), el universo de Monozuki y su trasfondo resulta tan atractivo que a todo el mundo le deja con ganas de saber más. Así que hubo más de una pregunta sobre datos de los personajes que se quedaron sin responder, para no aguarles la sorpresa cuando lean la secuela. Aunque, a cambio, pudieron echarle un ojo al manuscrito original y comprobar el caos que suele involucrar darle vida a un texto.

Precisamente ese ambiente me empuja a decir que los encuentros con clubes de lectura tienen un pequeño plus respecto a las presentaciones de los libros. Primero, porque son eventos participativos de principio a fin. Ninguno de los asistentes se quedó sin hacer una pregunta, añadir su opinión o comentar algún aspecto del libro. Y segundo, por la gran cantidad de temas que se tratan en torno al libro: comentarios que te ayudan a ver problemas con tu estilo de escritura, otros que sacan a la luz referencias (literarias o no) de las que no eras consciente, y dudas en torno a la historia que puedes explicar sin el miedo a destripar la trama que siempre ronda durante una presentación. Amén de que puedes hablar sobre el proceso de escritura haciendo referencias a personajes o escenas con la plena complicidad del público.


Algo que también es muy de agradecer en un evento así es que los lectores tengan la suficiente confianza como para exponer de forma abierta qué defectos le han encontrado al texto. Y no me refiero solo a señalar erratas que puedan haber escapado al proceso de corrección, sino a detalles de tu forma de escribir que pudieran estar necesitando que pulieras. De hecho, yo tengo mucho que agradecer a los miembros de Bibliogoth Madrid porque ya organizaron un debate dedicado a El secreto de los dioses olvidados y de allí saqué un montón de lecciones que me ayudaron a evolucionar y querer mejorar mi estilo. En el caso de Monozuki puedo decir que hubo muy pocas observaciones a ese respecto, y sí una queja generalizada: la novela se les hace muy corta.

Y eso es lo que puedo contar sobre éste fantástico encuentro. Eso sí, a falta de que pueda concretarse algún evento más en la segunda mitad del año, puedo decir que me encantaría poder participar en cualquier otro debate que se organice en torno a la novela. Así que, si os animáis a organizar uno en vuestro club de lectura, y siempre y cuando me aviséis con tiempo para organizar mi agenda, será un placer acudir allá donde sea y pasar un rato con vosotros.  Aunque ya estáis advertidos de antemano: hay preguntas que tendrán que esperar a que se publique la secuela para ser respondidas.

domingo, 15 de julio de 2018

Recomendación de lecturas veraniegas

Ahora que se ha acabado el Mundial de fútbol y Agosto empieza a llamar a la puerta, llegó por fin el momento de poder disfrutar de unas tardes tranquilas en vuestros destinos vacacionales. Así que, antes de que dejéis las ciudades vacías, os propongo hacer más amenos esos ratos de asueto entre chapuzón y chapuzón (o de caminata por la montaña), con unas cuantas recomendaciones de lecturas ligeras y aptas para todos los públicos.

¿Listos? Pues vamos allá:


20.000 leguas de viaje submarino. ¿Qué puede haber más refrescante que leer sobre el viaje de Pierre Aronnax a bordo del Nautilus? Aventuras a lo largo de todos los océanos, inmersiones a gran profundidad, un paseo por la Atlántida... La única novela de Verne que podría ajustarse aún más a la temática que he propuesto sería Dos años de vacaciones, y no sé si podría resultar contraproducente (sobre todo si lo leemos a la vuelta del viaje).


El corsario negro. Otra historia para los que prefieren irse de vacaciones al mar, aunque éstas aventuras transcurren en la época en que el Caribe aún no era un destino propicio para viajar a relajarse (no os haré spoiler, pero los caribes daban miedo). A cambio, en sus páginas encontraréis todo lo que se puede esperar de una buena historia de piratas: duelos a espada, osadas huidas, galernas terribles y jugosos botines de oro americano.


Sin noticias de Gurb. Ésta lectura puede ser la menos apropiada para las horas de siesta, sobre todo si se comparte espacio con alguien que guste de dormir, ya que las carcajadas que pueden arrancarte las aventuras del comandante alienígena en la Barcelona previa a los Juegos Olímpicos de 1992 son capaces de despertar a cualquiera. No importa que el apartamento sea más pequeño que en el anuncio, que haya una plaga de medusas cuando vayamos a la playa, o que pillemos una insolación. Leyendo a Eduardo Mendoza, la sonrisa está asegurada.


Mi familia y otros animales. Otra historia que puede provocar envidias entre espíritus con ganas de más tiempo de ocio, ya que se relatan poco menos que años y años de "vacaciones familiares". Aún así, si eres fan de las mascotas exóticas no encontrarás una lectura mejor que ésta crónica de la infancia de Gerald Durrel en la isla de Corfú. 


El color de la magia. Creo que hay pocas cosas tan divertidas como las aventuras de un turista en un lugar desconocido. Sobre todo, si ese lugar es un mundo medieval fantástico. Que es plano como un disco. Y se mueve por el espacio soportado por cuatro elefantes, que viajan a lomos de una tortuga gigante. ¿Hace falta decir más para que os animéis a leerlo? ¿Que después podrás elegir entre una veintena de libros dedicados al Mundodisco, si es que te gusta? (por favor, no digas que no te gustó).


Monozuki, la chica zorro. Me dispensaréis si incluyo mi última obra en la lista, pero Monozuki os puede entretener tanto como cualquiera de las otras novelas. Y además ocurre en un mundo que recuerda a los universos de Estudio Ghibli, poblado por unas de las criaturas mágicas más originales que podáis imaginar.

Con éstas seis lecturas creo que podéis ir bien provistos de entretenimiento allí donde vayáis a pasar vuestro descanso estival. Así que aquí me quedo, esperando a que me contéis cuáles fueron vuestras lecturas veraniegas cuando volváis.

miércoles, 11 de julio de 2018

Mi colección de cuentos favoritos (III)

Siguiendo con la idea de una antología personal que recogiera los relatos que puedo considerar más influyentes en mi estilo, hoy es el turno de un autor que me impactó muchísimo con una sola historia y al que luego no creo haber vuelto a leer jamás (o quizás sí; pero si me encontré con algún otro relato suyo, ya no me causó la misma impresión). Una circunstancia que solo se da en dos de las obras que componen la selección, ya que la mayoría corresponden a escritores a los que he leído con cierta profusión, ya fuera en relatos o novelas.

Ventana, de Bob Leman.
A pesar de que pretendía ir comentando los relatos atendiendo a un orden más o menos cronológico, la memoria no siempre puede afinar después de tanto tiempo transcurrido. Digo esto porque, a pesar de lo que conté respecto de El intruso, puede que Ventana fuera una incursión anterior en la literatura de terror con reminiscencias al Horror cósmico. Lo que tengo claro es que lo leí durante la adolescencia, porque al pensar en él la imagen que me llega es la de estar en la biblioteca de mi instituto.


¿Qué fue lo que me llamó la atención de ésta historia? El concepto de los universos paralelos; una idea que por aquel entonces me era totalmente ajena (la aproximación más parecida estaría en la serie de televisión Dragones y Mazmorras, y la forma de enfocarlo no tiene suficientes semejanzas). El relato cuenta cómo un grupo de científicos son enviados por el gobierno a un lugar inhóspito de los USA, donde les revelan la razón por la que han sido reclutados: alguien ha descubierto allí un portal dimensional que permanece activo (un arranque de historia que hemos visto ejecutar en innumerables películas de ciencia-ficción y terror).

La trama se sitúa en un momento un tanto atemporal de mediados del siglo XX, en algún lugar de la zona rural de los Estados Unidos, y sus primeras páginas se desarrollan con el asombro científico como tema principal. Desde cuestionarse las causas físicas que han hecho posible semejante fenómeno, hasta explicar el por qué de una cuarentena o cómo se va a realizar el estudio del portal. Si hubiera que ubicarlo  en un género, sería la ci-fi "light", ya que sus elucubraciones científicas no se atreven a ahondar en el campo de la verdadera especulación. Y sobre todo porque es al final cuando descubrimos, con un vuelco hacia el terror sorprendente, que lo anterior era una excusa muy bien elaborada para ponernos en situación. Y para lograr que mi yo adolescente de aquella época le diera vueltas y más vueltas a esa lectura durante mucho tiempo. 

La genialidad de Leman (que fue nominado al premio Nébula de 1981 por ésta historia, y tuvo una adaptación para la televisión unos años después) consistió en mantener durante todo el relato la impresión de que aquel era el mundo normal. Una historia de ciencia ficción, en la que lo único extraño era la presencia del portal. Incluso el mundo que los científicos atisban a través de esa ventana cuántica es idéntico, en apariencia, al que nosotros conocemos. Solo que, de hecho, lo que se les ofrece a la vista es un paisaje idílico. Y eso refuerza el instinto natural de los científicos (y de cualquiera que se encontrase en ésta situación, supongo) de obedecer a ese impulso de la curiosidad que nos lleva a querer saber más. Yo, desde luego, debí de pasarme la mayor parte de mi lectura deseando que alguien cruzase el portal para que me explicase qué había más allá, y luego descubrí que las cosas nunca son como parecen.

A pesar del susto final, con Ventana me introduje en un tema que me sigue fascinando como lector y escritor. Las realidades paralelas me han llevado a Neverwhere, a Matrix, a Dark City, a Stardust, al Viaje de Chihiro, al Castillo ambulante, la Tierra larga, y a muchas obras más. Y, de una forma más o menos consciente, es un elemento que añado a mis historias siempre que puedo. Incluso, pensando en ello, supongo que las ucronías tienen un poco de viaje a dimensiones paralelas. Puede que sea por eso que me gustan...





martes, 3 de julio de 2018

"Número cero" de Umberto Eco

A pesar de que El nombre de la rosa es una de mis películas favoritas, reconozco que nunca antes había leído a Eco. Temía que me aburriera su archifamosa historia holmesiana en la Edad Media, ya que la adaptación me había destripado la base principal del libro: el misterio; y tampoco me atreví con El péndulo de Foucault porque nunca me llegó recomendado por nadie con quien comparta gustos literarios, todo lo cual acabó provocando que se pasase estos años en mi lista de autores "por descubrir". Y al final el encuentro ha tenido sus claroscuros, debo decir.

Aunque Número cero se presenta a sí misma como una novela que provocó ampollas y levantó mucha polémica, algunas críticas de internet la rebajaban a "obra menor" de Eco; considerando incluso que solo llegó a verse impresa por el peso literario de quien la había firmado. Yo, sin poder comparar con su producción anterior, creo que es una novela interesante por las temáticas a las que se acerca; si bien la trama es muy simple para venir de alguien que fue capaz de crear una historia como la de El nombre de la rosa.


¿Qué es lo que, a mi parecer, hace que merezca la pena leer ésta obra? Su clase magistral sobre el oficio del periodismo. O, mejor dicho, del mal periodismo; ese que fundó William Randolph Hearst, y que ha evolucionado en el tiempo hasta convertirse en noticias elaboradas para que un público objetivo pueda percibir el mundo a través del peculiar cristal tallado por sus creencias religiosas y políticas. El periodismo subjetivo y tendencioso que sufrimos desde hace años, manejado por grupos económicos para apoyar a aquellos políticos y gobiernos que le son afines. A lo largo de las páginas del libro, Umberto Eco da ejemplos muy sencillos de cómo se puede manejar el lenguaje para crear una opinión, a favor o en contra de alguien, según se quiera. Y de cómo esa forma de actuar es algo que hemos normalizado, tanto los lectores como los propios profesionales del gremio, hasta el punto de que a nadie le asombra ya que un mismo hecho acabe contado de maneras totalmente divergentes según las filias y fobias editoriales de cada periódico.

El tono amargo de la historia viene dado por su protagonista y narrador, Colonna, a quien el destino "ha obligado" a convertirse en periodista porque no reúne el suficiente talento literario para ser más que el "negro" de otros. Un hombre resignado a una vida gris y solitaria, al que se le ofrece de pronto una pequeña fortuna por colaborar en una peculiar charada periodística: escribir varios números de un periódico ficticio, que cierto magnate italiano querría poner en marcha como herramienta para ascender a círculos sociales más elevados. Y, a través de las reuniones de trabajo de Colonna con los redactores del "futuro" periódico, se nos van desgranando todos esos trucos del oficio y cómo se aplicarían en la realidad.

El problema con la novela es que la mayor parte del tiempo se desarrolla en un tono de humor ácido que, añadido a una aventura romántica del protagonista con cierta compañera, me hace atreverme a compararla con una película de Woody Allen. Pero, al final, esa trama se desarrolla con la pretensión de imitar a Los tres días del condor... con Vittorio de Sica en lugar de Robert Redford, eso sí. Lo cual, añadido al poco desarrollo de los demás personajes, impide que deje huella en el lector más allá de todas esas explicaciones sobre mala ética periodística. Una pena, al tratarse de la última novela de Umberto Eco.