martes, 3 de julio de 2018

"Número cero" de Umberto Eco

A pesar de que El nombre de la rosa es una de mis películas favoritas, reconozco que nunca antes había leído a Eco. Temía que me aburriera su archifamosa historia holmesiana en la Edad Media, ya que la adaptación me había destripado la base principal del libro: el misterio; y tampoco me atreví con El péndulo de Foucault porque nunca me llegó recomendado por nadie con quien comparta gustos literarios, todo lo cual acabó provocando que se pasase estos años en mi lista de autores "por descubrir". Y al final el encuentro ha tenido sus claroscuros, debo decir.

Aunque Número cero se presenta a sí misma como una novela que provocó ampollas y levantó mucha polémica, algunas críticas de internet la rebajaban a "obra menor" de Eco; considerando incluso que solo llegó a verse impresa por el peso literario de quien la había firmado. Yo, sin poder comparar con su producción anterior, creo que es una novela interesante por las temáticas a las que se acerca; si bien la trama es muy simple para venir de alguien que fue capaz de crear una historia como la de El nombre de la rosa.


¿Qué es lo que, a mi parecer, hace que merezca la pena leer ésta obra? Su clase magistral sobre el oficio del periodismo. O, mejor dicho, del mal periodismo; ese que fundó William Randolph Hearst, y que ha evolucionado en el tiempo hasta convertirse en noticias elaboradas para que un público objetivo pueda percibir el mundo a través del peculiar cristal tallado por sus creencias religiosas y políticas. El periodismo subjetivo y tendencioso que sufrimos desde hace años, manejado por grupos económicos para apoyar a aquellos políticos y gobiernos que le son afines. A lo largo de las páginas del libro, Umberto Eco da ejemplos muy sencillos de cómo se puede manejar el lenguaje para crear una opinión, a favor o en contra de alguien, según se quiera. Y de cómo esa forma de actuar es algo que hemos normalizado, tanto los lectores como los propios profesionales del gremio, hasta el punto de que a nadie le asombra ya que un mismo hecho acabe contado de maneras totalmente divergentes según las filias y fobias editoriales de cada periódico.

El tono amargo de la historia viene dado por su protagonista y narrador, Colonna, a quien el destino "ha obligado" a convertirse en periodista porque no reúne el suficiente talento literario para ser más que el "negro" de otros. Un hombre resignado a una vida gris y solitaria, al que se le ofrece de pronto una pequeña fortuna por colaborar en una peculiar charada periodística: escribir varios números de un periódico ficticio, que cierto magnate italiano querría poner en marcha como herramienta para ascender a círculos sociales más elevados. Y, a través de las reuniones de trabajo de Colonna con los redactores del "futuro" periódico, se nos van desgranando todos esos trucos del oficio y cómo se aplicarían en la realidad.

El problema con la novela es que la mayor parte del tiempo se desarrolla en un tono de humor ácido que, añadido a una aventura romántica del protagonista con cierta compañera, me hace atreverme a compararla con una película de Woody Allen. Pero, al final, esa trama se desarrolla con la pretensión de imitar a Los tres días del condor... con Vittorio de Sica en lugar de Robert Redford, eso sí. Lo cual, añadido al poco desarrollo de los demás personajes, impide que deje huella en el lector más allá de todas esas explicaciones sobre mala ética periodística. Una pena, al tratarse de la última novela de Umberto Eco.

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