jueves, 27 de marzo de 2014

"Los Hijos de Anansi", de Neil Gaiman

En 2005 Neil Gaiman retomó a uno de los personajes de American Gods, el Señor Nancy, se dedicó a juguetear con el concepto del poder que adquiere el narrador de cualquier historia, y de este experimento surgió Los Hijos de Anansi: una novela con las habituales características de la literatura de Gaiman cuando se trata de hacer disfrutar a sus lectores.

La sinopsis de la obra se centra en Charles "Gordo" Nancy, un afroamericano "exiliado" en Reino Unido al que le llega por sorpresa la noticia de la muerte de su padre justo cuando se dispone a contraer matrimonio. A este golpe emocional le seguirá el descubrimiento de que tiene un hermano, y antes de darse cuenta Araña (su "gemelo") se habrá colado en su vida para cambiarla de forma radical.


El protagonista, Charles Nancy, es el prototipo de "macho beta" que se ha podido ver en obras de Gaiman como Neverwhere o Stardust: su mustia vida transcurre sin que consiga hacer nada por mejorarla, limitándose a sobrellevar lo mejor que puede a un jefe que es una comadreja financiera y a una suegra que le odia (y a costa de la cual se forjan algunos chistes geniales sobre su naturaleza inhumana). El único toque de color a esa gris existencia es Rosie, una novia con la mojigata conducta moral de un personaje del Hollywood de los cincuenta.

Sin embargo, lo que Charles Nancy no sospecha es que va a ser el centro de un montón de eventos para nada normales, que van a trastocar su existencia para siempre.

En primer lugar, el progenitor al que lleva años sin ver va a morir. Y cuando vuelva a Florida para enterrarle (en más de un sentido), sus antiguas vecinas le anunciarán dos hechos increíbles: que su padre era un dios, y que tiene un hermano del que nunca había sabido nada. Revelaciones que, igual que haría cualquier persona con los pies en la tierra, va a tratar como meras fantasías de unas ancianas seniles. Una presunción que le hará invocar a su hermano sin saber cuáles van a ser las consecuencias.

Porque, si Charles pensaba que los vergonzantes traumas infantiles causados por su padre eran malos (siendo el mote de "Gordo" el que más le duele), convivir con Araña va a multiplicar astronomicamente el nivel de caos en su vida: no sólo conseguirá que los vecinos le tomen por un delincuente, si no que va a robarle el amor de su querida Rosie y va a provocar que su jefe intente inculparle en un crimen de fraude fiscal.

Aún más. Si todo lo anterior parece horrible, cuando resulte evidente que desembarazarse de Araña no va a ser tan fácil como señalarle la puerta, Charles recurrirá a los talentos de las viejas vecinas para la santería. Y entonces la situación se tornará en una completa locura. Porque, no en vano, la magia no suele funcionar nunca tal y como nosotros deseábamos. Siempre hay efectos secundarios. Y cuando en la ecuación intervienen además los dioses, las consecuencias son imprevisibles. Así que el desenlace de la historia incluye sangrientas torturas en el mundo de los espíritus, almas en pena "recientes" con ganas de venganza, fugitivos que huyen a destinos paradisíacos, desengaños amorosos, agentes de policía que persiguen a fugitivos a escondidas de sus jefes, actos de extrema valentía en un karaoke... y una extraña fascinación por las limas. Todo ello con la habitual combinación de humor inglés de la que suele hacer gala Gaiman.


Y, como he dicho, detrás de esta narración eminentemente cómica se dibuja el planteamiento del poder de Anansi: las historias-leyendas-fábulas, como la fuerza capaz de modelar el mundo. Dejando aparte lo que es el talento más inmediato del dios y sus hijos (el poder de embaucar a cualquiera hasta hacerle creer lo que Anansi desee), la narración nos descubre una y mil veces cómo la voz del narrador es la que "empuja" al auditorio a convencerse de que el mundo es de cierta manera. Y, una vez que el concepto cala en los que le escuchan, la realidad es obligada a amoldarse a la idea que se ha lanzado. 

Probablemente, las razones para escribir esta historia hay que buscarlas en la tendencia de Gaiman a fijarse en fuerzas sobrenaturales cuya "conducta moral" tiende a la neutralidad. Eso le permite desarrollar la peculiar cosmogonía de la novela, situando a Anansi como una potencia traviesa que hace una interpretación muy libre del bien y del mal (habitualmente, según le conviene). Aunque, finalmente, muchas de sus travesuras sean castigos contra dioses de corte "malvado", de quienes las demás figuras del panteón no se atreverían a burlarse. Ese factor, y la filosofía implícita en las historias de Anansi (usar tu cerebro puede proporcionarte lo que deseas... aunque sea mediante engaños) le otorgan un carácter de antihéroe que divierte al lector (amén de que ni siquiera el campeón de los tramposos está a salvo de ser castigado, a veces hasta por su propia inventiva).

En definitiva, Los Hijos de Anansi constituye una fuente de entretenimiento muy válida para todos los que disfrutamos con las comedias de enredo y los personajes apocados que descubren el héroe que anida en su interior.

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