lunes, 8 de julio de 2019

"Bajos Fondos", de Daniel Polansky

Una de las razones principales por las que me gusta ir a la Hispacon y demás convenciones es la posibilidad de aprender sobre obras y autores que me son desconocidos. Eso me da la opción de indagar y enriquecer mis referencias literarias. Que es lo que esperaba que ocurriera con la novela de Daniel Polansky, después de saber de la existencia de esta "novela negra en un mundo de fantasía" por una charla sobre la hibridación de géneros en la última Hispacon.

La propuesta de Bajos fondos, a priori, resultaba muy interesante: una combinación de novela de detectives hard-boiled y una ambientación de fantasía, aunando los arquetipos de ambos géneros para crear un mundo fantástico "sucio", habitado por personajes menos luminosos y motivados para hacer el bien de lo que suele ser habitual. Se postulaba incluso como una alternativa a Abercrombie, toda vez que ya he acabado con las lecturas de la Primera Ley. Sin embargo, como se puede deducir de mi párrafo anterior, el resultado final no acabó de cumplir con esas expectativas.


La sinópsis de la novela es la siguiente: el Guardian, un antiguo detective convertido en traficante de drogas, se ve envuelto en la investigación de una serie de asesinatos de niños en los suburbios de Rigus, la ciudad donde vive y se dedica a realizar sus oscuros negocios. Un ejemplo claro de antihéroe cargado de vicios y malas costumbres pero que, en el fondo, tiene buen corazón. De hecho, aunque su involucración se vea forzada por presiones externas, el terror detrás de las horribles muertes ha despertado en él un recuerdo escalofriante de su pasado. De modo que le acompañaremos en sus vagabundeos entre fumaderos, tabernas de mala reputación, prostíbulos y el cuartel general de la policía, amén de los domicilios de otros personajes de mayor alcurnia, mientras hace uso de su no del todo oxidado olfato detectivesco. Repasando de tanto en tanto su infancia como huérfano callejero durante una grave epidemia de peste, su experiencia bélica como soldado en un conflicto que recuerda a la Primera Guerra Mundial, y el paso por el cuerpo de detectives, así como la estrecha amistad que le une al mago más respetado de la ciudad, el Crane, y su futura sucesora.

Sin embargo, la combinación de géneros prometida en la cubierta no tarda en demostrarse un tanto endeble. Da la impresión de que Bajos fondos es una novela negra a la que, en algún momento, se le ha añadido una ligera capa de fantasía. Siguiendo la tradición de la fantasía sin razas mágicas, tan solo tenemos humanos de diferentes etnias; las drogas que aparecen son los opiáceos típicos de principios del siglo XX, renombrados con adjetivos sugerentes; y los magos, que son parte importante en la trama, tienen unas atribuciones y capacidades muy difusas en base a lo que Polansky quiera: o bien son unos Sarumanes bondadosos, o un ex-alumno de Hogwarts alcoholizado. De hecho, la aparición de elementos sobrenaturales es tan puntual que uno puede olvidarse de que está en un mundo de fantasía, sumergido en la ficción decimonónica general. 

Todos esos defectos son el resultado directo de un problema básico: se trata de un ejemplo claro de novela primeriza. Demasiados tópicos y estereotipos sin apenas nada sorprendente en el conjunto, salvo el planteamiento de esa hibridación de géneros. Todo lo cual la convierte en una curiosidad. Un experimento que, a mi parecer, le quedó grande al autor, pero puede dar pie a otros para recoger ese concepto y elaborar obras más redondas. Una lectura entretenida, sin más, y un autor que quizás en sus obras posteriores haya logrado acercarse un poco más a Abercrombie. Mientras tanto, como ejemplos de hibridación mucho más conseguidas, recomiendo Tierras rojas, Aleación de ley o Sombras de identidad.

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