viernes, 27 de noviembre de 2015

Los "Cuentos Cuánticos" (5)

Continuando con el repaso a los relatos incluidos en Ni colorín, ni colorado, esta semana le toca el turno a otro de los clásicos que pasó por el dulcificador prisma de Disney: La Bella Durmiente.

El mayor problema al que me enfrenté con este cuento fue el tono del mismo, que siempre me ha parecido bastante anodino (sobre todo en la versión animada, aunque los elementos "escabrosos" del relato clásico llegaban a lo excesivo). Eso, aparte del hecho de que la princesa resulte ser un personaje tan pasivo (debe haber pocos ejemplos tan literales de "princesa indefensa, aguardando la llegada de un príncipe que la rescate"). Y aunque Maléfica haya sido una de las villanas más interesantes de la historia, centrarme en ella habría ido en contra del espíritu de estos "epílogos". Por eso, y por otras razones que luego expondré, fue uno de los cuentos que más tardé en lograr acometer.

Como ya he dicho, no encontraba ninguna característica en la protagonista que me diera pie a hacer elucubraciones sobre el devenir de su vida después del final "canónico". Y lo más probable es que, si no hubiera desarrollado el concepto de los cuentos "reubicados en otro género", habría acabado por olvidarme de él. Pero una vez escritas las versiones de Caperucita Roja, Pinocho y el Soldado de Plomo, decidí enfocarme en esa perspectiva. Lo cual me llevó a la siguiente asociación de ideas: si la maldición de la bruja decía que la princesa iba a morir, el hechizo posterior del hada se podía considerar que la convertía en una no-muerta. De modo que estuve bastante tiempo barajando la posibilidad de crear un escenario en el que la princesa fuera el "paciente cero" de un apocalipsis zombie.

Sin embargo, este planteamiento solo me ayudó un poco. La idea me atraía, sí, pero no lograba encontrar una forma adecuada de plasmarlo. Hasta que, durante un viaje, se me ocurrió respetar ese trasfondo de mundo mágico y plantear la historia en torno a los principios que dictaba la maldición. De hecho, ateniéndome a la afirmación de que el poder de Maléfica era demasiado grande como para anular su conjuro, se podía decir que el hechizo del hada solo atenuaba la maldición. Que su capacidad para impedir que la princesa permaneciera muerta se basaba en la condición que la propia hada había impuesto para que surtiera efecto: recibir un beso de amor. Y conociendo lo voluble del espíritu humano ¿cuánto tiempo podía durar vivo el amor del Príncipe? De modo que, con esto en mente, redacté el cuento al fin (aunque, como dice un amigo mio en tono jocoso, lo que realmente me inspiró el relato, fueron mis malas experiencias con relaciones fallidas y la consiguiente desilusión en el amor romántico).

Lo malo fue que el resultado acabó siendo una especie de híbrido entre los conceptos de "epílogo" y "cuento reubicado". Una confusión acrecentada por el hecho de estar ambientado en un mundo de fantasía clásica, pero plantear un final nada ortodoxo. Algo que ahora achaco a esas dudas respecto a a su planteamiento. Y, de esto soy aún más culpable, por incorporarlo a la sección de "epílogos" buscando mantener un equilibrio entre el volumen de relatos en ambas partes del libro. De todo lo cual solo he sido consciente a medida que podía recibir los comentarios de más y más lectores. Incluidos los "lectores beta", claro está, que en este caso, como se puede suponer, me habían hecho observaciones de lo más diversas. Pero como quiera que la mayoría de sugerencias se centraron en clarificar el cuento al que hacía referencia y a repasar el final, consideré que el problema se limitaba a ese campo. Y sólo ahora he empezado a pensar si no debería haber incluido este relato junto a las demás reescrituras de cuentos clásicos. ¿Quizás en una próxima edición?

En fin, que este fue un cuento que me costó sacar adelante, y por eso lamento no haber obtenido un resultado más redondo. Aunque, desde luego, no dejo de pensar que es una idea válida. Sobre todo porque sé que, cuando el lector no ha sufrido esas confusiones, el relato ha funcionado tal y como yo esperaba.

Eso es todo por hoy. La semana que viene seguiré acercándome al ecuador de esta sección, y procuraré entreteneros con la disección de cómo redacté otro de los relatos.

Un saludo.



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(Aquellos que vayan a leerlo, tengan en cuenta la prescripción facultativa del autor: para disfrutar los relatos, no lean más de dos al día. Igual que las bolsas de caramelos, si se lo tragan de una sentada es posible que se les empache)



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