Con este volumen se cierra la trilogía dedicada a la caída de Horus, desvelando los últimos pasos del Primarca y Señor de la Guerra hacia su definitiva traición al Emperador de Terra. No en vano, mientras los anteriores títulos de la trilogía especificaban en letra pequeña su trama (Semillas de la Herejía y Raíces de la Herejía), en este se deja todo muy claro al advertir que se trata de La Herejía revelada. Tras los eventos narrados en Horus Señor de la Guerra y Falsos Dioses, Ben Counter toma el testigo de Dan Abnett y Graham McNeill para hacernos testigos de la terrible conjura que se está forjando entre las legiones de Astartes; y lo hará a través de los ojos de los personajes que nos han guiado hasta aquí: Garviel Loken, Saúl Tarvitz y algunos de los rememoradores que acompañan a las Legiones del Emperador en su sagrada misión de conquista.
En esta ocasión, la narración se centra en la brutal lucha que va a llevarse a cabo en el planeta Istvan III. Allí, bajo el mando de un recuperado Horus, decenas de miles de los Astartes Imperiales se congregan para acabar con la resistencia del planeta (que muestra de nuevo el verdadero espíritu de la Gran Cruzada). Sin embargo, detrás de lo que sólo parece una exagerada demostración del poderío militar del Imperio bullen motivos mucho más retorcidos: en realidad, el Señor de la Guerra Horus ha planeado esta operación como una emboscada contra aquellos que puedan oponérsele, y cuando salgan a la luz sus intenciones más de uno sentirá un escalofrío recorriéndole la nuca.
Por supuesto, los lectores que conozcan el trasfondo del universo Warhammer 40000 juegan a la vez con una ventaja y una desventaja. La ventaja es que saben de antemano la identidad de muchos de los traidores entre los personajes principales. La desventaja consiste en que ese mismo conocimiento, a mi parecer, les impide sorprenderse con algunos de los giros argumentales que se dan a lo largo del libro (y en la trilogía, de hecho). Aunque, bien es cierto, no todos los aficionados manejan al completo el ingente volumen de datos "históricos" que abarca este universo, y esa objeción puede afectar realmente a menos lectores de los que he supuesto.
En cuanto a las tramas, baste decir que (obviamente) aquí se cierran las historias de la mayoría de personajes a los que hemos acompañado en los libros anteriores. Algunos porque dejarán de existir y otros porque la colección de libros ha ido después moviéndose de una batalla y una legión a otra, de forma que no se sigue su historia. En cualquier caso, Saúl Tarvitz y Garviel Loken continúan ejemplificando al grupo de Astartes que permanecen fieles a los juramentos de fidelidad al Emperador de Terra; aquellos que son conscientes de que algo está cambiando entre sus camaradas de armas, pero no son capaces de concebir que eso pueda deparar una traición a los ideales que han compartido. Un hecho que se justifica por los siglos de convivencia irreprochable, y su creencia en que el condicionamiento mental para ser fiel al Emperador es infalible. Sin embargo, lo que ninguno de los dos sabe es que no son los únicos a los que se les ha ofrecido unirse a la conjura. Y que su rechazo les ha colocado un diana algo más que virtual en el pecho.
Por otro lado, tenemos a los rememoradores: los civiles a los que se ha encomendado la tarea de transmitir a las generaciones futuras el espíritu de la Gran Cruzada; pero que, en realidad, han sufrido de forma generalizada la indiferencia de esos héroes a los que deben glorificar y cuyas sospechas hacia la conducta de los Astartes son mucho más firmes. A ellos se les suman, a través de la conversión en el culto al Emperador, los soldados humanos de las Legiones. Igualmente temerosos del extraño sesgo que están tomando las decisiones de su líder. Un temor más que justificado pues la forma en que se lleva a cabo la traición contra ellos es, probablemente, de las más espeluznantes del libro.
Finalmente, la historia se dirime en la toma de decisiones. Porque, en medio de la batalla y la inacabable lucha por la supervivencia, no serán pocos los personajes que mediten hasta el último momento a qué bando apoyar, y observaremos cómo la elección les lleva a situaciones dramáticas. Al fin y al cabo, una vez se retiren las máscaras, los camaradas matarán a los camaradas y el universo deberá prepararse para teñirse de sangre durante milenios.
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