viernes, 13 de agosto de 2021

Ready Player Two, de Ernst Cline

Hace ya cinco años de mi reseña de Ready Player One, una lectura que me fascinó y me obligó a mantener los ojos pegados a sus páginas hora tras hora… haciendo que me arrepintiera, de paso, por haber tardado más de un lustro en seguir el consejo del amigo que me lo recomendó como «un libro perfecto para ti». Es por eso que, a pesar de los comentarios negativos que me estaban llegando respecto a su secuela, me dejé llevar por un arrebato y decidí valorar de primera mano hasta qué punto tenían fundamento esas críticas.


Empezaré por decir que Ready Player Two no es un libro que haya querido dejar de leer, ni me resultó insufrible. Es, sencillamente, una historia de aventuras en una ambientación ci-fi, que cumple con los mínimos del género. Y ahí radica el gran pero de la novela: que se pierde muy rápido el sentido de la maravilla, y la comparación con su predecesora pesa demasiado. Como si Cline hubiese agotado todas sus opciones creativas, y solo pudiera ofrecernos una versión descafeinada de ese mundo que nos maravilló. Dejamos de asistir a descripciones en las que cada línea esconde un guiño a la cultura pop y nerd de los 80-90, un ¿Dónde está Wally?, para enfrentar un puzzle de seis piezas. En cierto modo, me da la impresión de que a Cline le preocupaba repetirse y, en el intento por no replicar la fórmula, ha sido incapaz de elegir bien qué conservar y qué cambiar. Así que comprendo el malestar entre aquellos que esperaban repetir la experiencia lectora con la secuela.


¿Y qué es lo que cuenta Ready Player Two? Pues la historia comienza casi en el punto donde lo dejó el primer libro: con Wade narrando cómo se están adaptando él y el resto de su pandilla de Gunters al cambio de vida, tras ganar la caza del tesoro de James Halliday y convertirse en herederos de su fortuna. Una sección que se alarga página tras página, para establecer el conflicto emocional de la novela: el enfrentamiento interno y el alejamiento entre los nuevos dueños de OASIS. Por una parte, su incapacidad para ponerse de acuerdo sobre qué hacer con el último secreto que ocultaba el fundador de su universo virtual, lo cual resquebraja sus lazos de amistad. Y, por otra, cada miembro de la pandilla toma caminos diferentes e intenta seguir con su vida según sus preferencias. Todo ello para demostrar hasta dónde llega el parecido de Wade con Halliday, con un rosario de interacciones sociales que acaba manejando de la peor manera posible. De hecho, algo un tanto incongruente con el Wade que se presenta en el primer libro. Pues, de ser el chaval con problemas para manejar su primera relación romántica, pero con un cierto carisma para tratar con los demás, pasa a una conducta rayana en la misantropía, que logra hacer bastante antipático al héroe de la historia.



Conste que, a pesar de lo que digo, este tercio de la novela se sigue con interés por la curiosidad que provoca ese secreto recién descubierto por Wade, y porque los lectores del primer libro debíamos de ansiar el momento en que se produjera el giro principal de la trama y se pusiera en marcha la parte aventurera del libro. Aunque, si bien la narración no escatima en escenas de acción a partir de ese punto, me temo que tampoco ha debido de cumplir las expectativas de los fans de Ready Player One.


En primer lugar, la premisa que justifica la nueva caza del tesoro no va a resultar nada original para los aficionados al cyberpunk, ya que el planteamiento copia los propuestos en varios animes que han jugado con el mismo concepto en el pasado (reunidos en lo que se ha llamado género Isekai). Que Cline recurra a un elemento que casi se puede catalogar de manido reduce, en parte, la fuerza del efecto sorpresa que busca provocar (al menos, ya digo, entre los consumidores más habituales de esta corriente de la ci-fi de origen oriental).


El segundo inconveniente (y el peor, a mi parecer), proviene de esa urgencia que se ha infundido a la trama. Porque, esta vez, la carrera por resolver los enigmas tiene fecha de caducidad, y eso obliga a que todo se precipite... e impide que se juegue con las reglas del primer libro (lo cual, a mi entender, ha sido una decisión pésima). ¿Qué es lo que intento decir? Pues que la narración se niega la capacidad de aplicar una pausa, y con ello perdemos la opción de equivocarse y jugar con el misterio de quién logrará resolver los jeroglíficos propuestos por Halliday. O con la simple posibilidad de que asistamos al proceso mental de hacer encajar las piezas para llegar a la respuesta correcta. Y por ese mismo motivo, Wade y sus amigos pasan a convertirse (con un muy oportuno reparto de protagonismo) en los respectivos especialistas en cada uno de los acertijos; tan seguros sobre lo que hay que hacer y cómo hacerlo, que se elimina por completo la sensación de desafío. Esa atmósfera que sí se respira en el primer libro, y que es uno de sus mayores pilares.


Así pues, y dicho todo esto, ¿Cuál es mi veredicto final? Ready Player Two me parece un libro entretenido, pero que no puede aspirar a compararse en igualdad con su hermano mayor. Personalmente, quiero pensar que quizás Cline se ha visto superado por la necesidad de ofrecer un nuevo producto para que sea llevado a la gran pantalla, y que eso mismo (y el cambio en cuanto al tipo de público al que fue dirigida ya la primera película) le ha inducido a ofrecer algo parecido, pero diferente (y no sé si más fácilmente adaptable, tanto visualmente como en el campo de los derechos de imagen). Sobre todo, parece un libro en el que se olvida de sus primeros lectores y busca a personas con menos bagaje en el pasado de la ci-fi y la fantasía, ya sea en literatura como en cine, cómics... etc.

 

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