Aunque soy un devoto creyente en el talento de Sir Terry Pratchett, confieso que ando bastante desfasado en lo tocante a la lectura de sus obras. Esa es mi excusa (endeble, lo sé) para no haber acometido antes el disfrute de las aventuras de Tiffany Dolorido.
Y es que, a pesar de los equívocos achacables al título, la principal (por no decir única) protagonista de esta novela es una joven de nueve años, cuya anodina vida en una granja va a sufrir un cambio radical. Porque, aunque ella no lo sabe, es una bruja en potencia. Y su descubrimiento va a coincidir con el momento justo en que una poderosa entidad sobrenatural se dispone a dominar la tierra en que vive Tiffany.
Dos factores hacen distinta esta novela a los volúmenes previos (que yo haya leído) del Mundodisco. En primer lugar, el propio Pratchett la ha calificado como “juvenil” (lo cual explica, sobre todo, la edad de la protagonista). Y esto lleva, a mi parecer, al siguiente factor, en lo que insisto es una percepción personal: el humor de Pratchett se vuelve un tanto más ligero. Aunque podemos encontrarnos con algunos de sus brillantes destellos ácidos, no son tan numerosos como en otras obras.
De hecho, la narración posee un agudo componente “educativo”. El proceso por el cual se explican las motivaciones de Tiffany para convertirse en bruja, por ejemplo, retratan la madurez mental del propio personaje al tiempo que obligan al lector a reflexionar. Probablemente incluso se podrían encontrar grandes paralelismos (perdón por la osadía que sigue) entre The wee free men y los clásicos relatos decimonónicos como Pinocho o Corazón. En especial por el debate sobre ciertos aspectos morales del comportamiento social, que se nos presentan (como en la obra de Edmundo de Amicis) mediante relatos interpuestos en los que Tiffany recuerda a su abuela. A través de ellos, además, la figura de la bruja cobra un papel extraordinario, al situarla como un contrapeso moral que debe equilibrar las obras injustas y reclamar rectitud a quienes ejercen la autoridad.
La parte cómica, obligatoria en la idiosincrasia del Mundodisco, la aportan los pictsis; esa raza de pícaros, pendencieros, malhablados, y absolutamente temerosos de los abogados, hombrecillos tatuados de azul (que ya habían aparecido con anterioridad en Carpe Jugulum). Después de los magos de Ankh-Morpork, constituyen una de las comunidades más divertidas nacidas de la mente de Pratchett,y su peculiar vocabulario (cuya traducción debe ser todo un reto) permite identificarles con la misma certeza que a la Muerte. Inasequibles al desaliento, se convertirán en los principales aliados de Tiffany en su lucha contra las maquinaciones de la Reina de los elfos. Enfrentamiento que tendrá lugar en un mundo de las hadas bastante alejado de la visión romántica y edulcorada de los cuentos. Se trata, en cambio, de un lugar tenebroso con el que Pratchett recupera el talento para estremecer al lector del que ya hizo gala en Papá Puerco. De hecho, si el personaje de La Reina bordea lo siniestro, no se quedan atrás las criaturas a su servicio. Destacando en ello los somníbulos, que tienen un papel relevante en la concepción de este mundo.
En resumen, The Wee Free Men se presenta como la oportunidad de profundizar en las raíces de la “cabezología” de las brujas a través de la mente de Tiffany Dolorido. Y, de paso, reírse un buen rato a costa de esta versión gamberra e irreverente de las hadas.
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