(Reseña previamente publicada en Melibro)
Vaya por delante que, quien suscribe esta reseña, es un declarado admirador de Terry Pratchett y Eduardo Mendoza en la misma medida en que lo fui de Tom Sharpe. Y por las mismas razones: su capacidad para hacerme reír a carcajadas con un humor ácido. Así pues, espero hacerme comprender al decir que mi última lectura me ha llevado a descubrir otro gran talento para la parodia literaria con el nombre de Christopher Moore.
“Un trabajo muy sucio” comienza con una tanda de chistes hilvanados de tal forma, que a uno no le da tiempo a dejar de reír antes de toparse con otro tan bueno o mejor. De hecho, difícilmente podría ningún lector resistir semejante ritmo si se prolongase por más páginas. Pero una vez que Moore ha logrado paralizar la sonrisa en el rostro de su público, dosifica esos momentos de humor brillante para que no podamos relajar la mandíbula mientras tengamos el libro abierto. Aunque, eso sí, se le debe reconocer también un extraordinario oficio para manejar la melancolía en los momentos que trata el tema de las personas moribundas.
La trama de la historia se centra en Charlie Asher, propietario de una tienda de objetos de segunda mano cuya existencia está marcada por la pertenencia a la categoría de macho beta. Su vida, sin embargo, se nos presenta bastante afortunada al inicio de la novela. Felizmente casado con una bella mujer que le quiere, van a tener su primer vástago. Y es en ese instante en el que sufre un vuelco terrible, al convertirse en padre y viudo al tiempo. Tragedia que aumenta al empezar a percibir extraños sucesos a su alrededor, el menor de los cuales es sospechar que está provocando la muerte a otras personas.
La búsqueda de una explicación a su situación llevará a Charlie Asher a toda una serie de situaciones hilarantes en las que se nos presentan a Lily, la joven y gótica dependienta que trabaja en la tienda de Charlie junto con Ray, ex-policía empeñado en encontrar su pareja por internet, además de Jane, la hermana lesbiana de Charlie, reparto al que se añaden un par de personajes recuperados de novelas anteriores de Moore: el inspector Rivera, al cual deberá convencer de que está actuando por una buena causa, y Minty Fresh, peculiar vendedor de discos usados, que resolverá las dudas respecto a la peculiar naturaleza de sus alucinaciones al explicarle que ha sido elegido para custodiar las almas de los recién muertos.
A pesar de lo que pueda parecer, su nuevo cometido sobrenatural no hará más que provocarle mayores quebraderos de cabeza. Primero, porque su apretada agenda de padre viudo se va a engrosar con la tarea de recoger las almas por todo San Francisco. En segundo lugar, porque las fuerzas de la oscuridad ansían esas mismas almas para convertirse en los señores de la muerte. Y, por último, debido a la obstinación de todas las mascotas de su hija Sophie por morirse en cuanto se quedan a solas con ella.
La trama, con sus momentos de acción alocada (impagable, entre otros, la llegada de los Cancerberos o el rescate con tintes Cyberpunk de Minty Fresh en su Cadillac), nos va llevando hacia el irremediable enfrentamiento entre Charlie Asher y sus curiosos aliados contra los aspirantes a sustituir a la parca. Una batalla que probablemente sólo puedan representar los Looney Tunes.
En definitiva, una lectura muy recomendable para aquellos que disfrutaran con “Buenos Presagios” y, en general, como recurso contra la solemnidad que rodea a la Muerte.
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