(Reseña previamente publicada en Melibro)
A excepción de la “Guía del Autoestopista Galáctico”, no puedo recordar muchas más obras que aborden la ciencia-ficción desde el punto de vista del humor. O, mejor dicho, tan sólo conocía una novela paródica de ciencia-ficción hasta que llegó a mis manos “El Lunes Empieza el Sábado” (a menos que alguien quiera considerar “Sin Noticias de Gurb” dentro del género).
El hecho es que la novela de los hermanos Strugatski atesora varios factores para resultar, cuando menos, interesante. Para empezar, está escrita en la “época dorada” de la ciencia-ficción (1965), así que se puede catalogar como un clásico. Después, es ciencia-ficción rusa (soviética, para ser históricamente exactos), de la cual, personalmente, yo no conocía ningún ejemplo. Y, para terminar, se escribió en el “lado oscuro” del Telón de Acero. Lo cual supone que debió franquear varios filtros de censura antes de salir a la luz.
¿Cuál es la historia que nos cuenta? Pues, ni más ni menos, que el descubrimiento por parte de Alexander Privalov de la peculiar institución ubicada en el remoto pueblo de Solovets. Privalov es programador y, tras toparse con dos peculiares sujetos en medio de una carretera intransitable, acepta la oferta (casi una súplica) que le hacen para que trabaje con ellos. Lo que no puede sospechar es que ha aceptado incorporarse a una institución dedicada a la magia.
Aquí es importante hacer un inciso sobre dos elementos relevantes de la novela. Primero, para los que se pregunten qué pinta la magia en una obra de ciencia-ficción, señalar que estos poderes se describen en la novela en términos de una “ciencia inexplicable para profanos”. Y, en segundo lugar, señalar que la obra está cuajada de referencias a la mitología eslava (varias de las cuales resultarán, como en mi caso, desconocidas).
El hecho es que, poco a poco, Privalov va sumergiéndose en el caótico universo de Solovets. Conocerá a Baba-Yaga, a un remedo amnésico del gato de Cheshire, a Merlín, a Briareo y la Hidra de Lerna, a vampiros, inquisidores y toda una lista de seres mágicos, cuyos perfiles son desnudados en pos del humor. Aunque, personalmente, la sospecha de estar pasando junto a referencias jocosas sin percibirme de ellas se me ha hecho patente en varias partes del libro. No sólo por mi somero conocimiento de los seres fantásticos de Rusia, si no a mi absoluta ignorancia en lo referente a instituciones soviéticas y personajes de este momento histórico, a excepción de sus políticos más renombrados. Los cuales, de forma más o menos velada, me temo que también son motivo de la pluma de los Strugatski (que, por otra parte, le dedican un episodio a una más que posible crítica del sistema capitalista).
En el otro lado de la balanza, ponerle un pero al lastre narrativo de lo que, a mi parecer, es una falta de nexos entre los capítulos. La estructura se podría comparar con episodios de una “comedia de situación” ambientados en esta disparatada academia, cuyo orden no importa demasiado en la trama. Lo cual redunda en fomentar esa apariencia de que la novela es una excusa para exponer estos “sketchs”. Sólo el misterio en torno a uno de los personajes, y la curiosidad por saber cómo van a terminar los experimentos de otros, hacen las veces de “hilo narrativo” para guiar al lector. Pero que esto no lleve a error. No pretendo minusvalorar la novela. Es más, la (en mi opinión, innecesaria) referencia a Harry Potter de su contraportada, no le hace justicia. Si la Academia de Solovets conserva espectros entre sus muros es porque forman parte de su inventario y la dirección no está dispuesta a desprenderse de ninguno de sus “equipamientos”, el museo de objetos sobrenaturales viaja en una casa con patas de gallina y los profesores prefieren dejar un clon suyo en medio de una fiesta a abandonar el último experimento que tienen entre manos. Una curiosa lectura que abordar entre obras más “sesudas”.
donde conseguirlo en pdf, epub o doc gracias
ResponderEliminarLamento decirte Ricar que la editorial que lo publicó no ha realizado (aún) una edición digital. Tocará esperar.
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