Ya que hoy terminó el tiempo para votar en la encuesta de "opinión e intención de compra" de "Umbrales", aprovecho para enlazar tal ocasión con una reflexión habitual entre los escritores wannabe.
Y es que, habida cuenta de la escasa participación, parece inevitable el sentirse defraudado. No ya porque los episodios individuales de la novela tuviesen un nivel de descargas decreciente. Si no porque incluso el último recopilatorio, siendo un fragmento sustancial de la obra, tampoco ha corrido mejor fortuna. ¿Han preferido leer el texto on-line, a través del grupo de Facebook? Quizás, pero en ambos casos se ha adolecido de una aterradora falta de comentarios. Y cuando uno de los fines de esta iniciativa era obtener "feedback" de los potenciales lectores, el silencio se suma a la sensación de fracaso.
Todo esto me lleva al título del artículo. Y a ese Coyote nada glamouroso ni heróico al que, de pequeño, vi subirse cientos de veces en un cohete ACME para volar en pos del escurridizo Correcaminos. Porque, salvo en contados casos, me parece que hay pocas formas de explicar tan claramente con imágenes esa tenacidad incansable que mueve a quienes escriben. Por más que el suelo desaparezca bajo nuestros pies, la cuerda se quede corta, el cohete sea demasiado lento o el Correcaminos nos esquive (lanzando de paso su peculiar "pedorreta"), salimos del socavón dispuestos a atraparle una vez más. Y es que, de entre todos los consejos y recomendaciones para quien pretende ver publicados sus escritos, éste debería ser el primero: ¿Tienes una paciencia infinita y ánimos para no desistir jamás? Sobre todo porque esa imagen del autor cuyas obras se venden al instante, y al que los estudios cubren de oro para hacer películas, es un espejismo recurrente en este tránsito del desierto que puede hacer perderse a cualquiera que se ilusione con ello.
No voy a entrar en el debate de qué calidad literaria es necesaria para alcanzar el objetivo. Al fin y al cabo, a base de trabajo y ganas de aprender, todos acabamos madurando y mejorando el estilo. El que hoy no sabe escribir sin epítetos, mañana puede ser un autor de referencia. Pero, eso sí, el camino se habrá hecho muy probablemente a base de perseguir al Correcaminos. Sacudiéndonos el polvo, revisando el plan por enésima vez y aprendiendo a usar nuevos artilugios ACME que nos lleven más lejos, más rápido y más seguro. Porque, después de todo, el sino del Coyote era quedarse siempre con la miel en los labios. Pero nosotros no somos un dibujo animado... Postdata: Si me atrevo a "pontificar" con este consejo/advertencia es porque, a pesar de lo que he dicho al principio, hay señales en el horizonte de "Umbrales" que me animan a pensar que ese demonio emplumado va a caer en la trampa...
No voy a entrar en el debate de qué calidad literaria es necesaria para alcanzar el objetivo. Al fin y al cabo, a base de trabajo y ganas de aprender, todos acabamos madurando y mejorando el estilo. El que hoy no sabe escribir sin epítetos, mañana puede ser un autor de referencia. Pero, eso sí, el camino se habrá hecho muy probablemente a base de perseguir al Correcaminos. Sacudiéndonos el polvo, revisando el plan por enésima vez y aprendiendo a usar nuevos artilugios ACME que nos lleven más lejos, más rápido y más seguro. Porque, después de todo, el sino del Coyote era quedarse siempre con la miel en los labios. Pero nosotros no somos un dibujo animado... Postdata: Si me atrevo a "pontificar" con este consejo/advertencia es porque, a pesar de lo que he dicho al principio, hay señales en el horizonte de "Umbrales" que me animan a pensar que ese demonio emplumado va a caer en la trampa...
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