martes, 23 de febrero de 2021

Estudiando historia para escribir Ucronías. Los puntos Jonbar.

El 23 de Febrero debe de ser la fecha que, en el pasado reciente de España, más facilidad tiene para activar la imaginación de escritores y personas interesadas por la historia (grupos ambos a los que tengo a gala pertenecer). La pregunta inmediata que les viene a la cabeza es ¿Y si se hubiese producido un cambio en el gobierno y el impulso democrático hubiese sido ahogado ese día? Así que me ha parecido la fecha perfecta para hablar sobre los fundamentos de la ucronía como género literario, y de cómo lo puse en práctica cuando escribí mi primera novela publicada.


Mi propósito principal cuando escribí El Secreto de los dioses olvidados fue que, quien lo leyera, pudiera experimentar la emoción de acompañar a unos héroes en su propia odisea. Y por eso, quizás, elegí ubicarla en un tiempo pasado. En una época que me recordara la que sirvió de telón de fondo a mis autores favoritos de la juventud: Verne y Salgari. Sólo que elegí crear una línea temporal propia para la narración. Una ucronía. Y ésta elección estuvo influenciada por la corriente que ayudaron a crear el genio francés y H. G. Wells: el Steampunk, que propone mundos en los que la ciencia ha evolucionado más de lo esperado, pero usando fuentes de energía arcaicas (principalmente el vapor, de ahí el término inglés “steam”).


Sin embargo, no usé el momento histórico más ligado a este género: la era victoriana. En su lugar, decidí comenzar mi “línea temporal” en un momento más cercano de la historia: 1916. ¿Por qué esta fecha en concreto? Pues su origen hay que encontrarlo en mi afición a los juegos de rol (y a la historia bélica, que suma casi tantas obras como la ficción literaria en mi biblioteca personal). De la mezcla de ambas había nacido un universo ucrónico situado en ésa década, en el que planeaba desarrollar algunas aventuras junto a mis amigos. Nunca cumplí ese sueño (como buen procrastinador, otros proyectos acabaron por llamar mi atención y lo dejé apartado de forma indefinida), pero todos los datos y las referencias de ambientación estaban esperándome en un cuaderno cuando decidí echar mano de ellas.


Todo esto me lleva al punto que da título a este artículo. Los puntos Jonbar. Esos hitos históricos en los que se puede decir que el mundo escogió el camino que les guiaría durante los años futuros y que marcarían su desarrollo en ciencia, filosofía, religión, etc... El supuesto básico que sustenta la ucronía de El Secreto de los dioses olvidados es un nuevo orden mundial: Europa dominada por la hegemonía de Alemania (apoyada por Rusia y otros aliados). No puedo presumir de una gran originalidad en el planteamiento: la Alemania Nazi como vencedora de la Segunda Guerra Mundial ha sido fuente para varias ucronías (El hombre en el castillo, Patria, En presencia de mis enemigos, La conjura contra América), así que retraer la fecha hacia la Primera Guerra Mundial puede no parecer un gran cambio.



Sin embargo, mi elección estaba motivada por la posibilidad de juguetear con un detalle de éste conflicto que siempre será discutido: la viabilidad del Plan Schlieffen, al que Alemania debía atenerse en caso de guerra con las demás potencias del continente, y que fue finalmente modificado por su sucesor, Moltke, en favor de un planteamiento menos “arriesgado”. Los aficionados a la historia militar (entre los que, como ya he dicho, me incluyo) no dejan de debatir qué habría ocurrido si el Estado Mayor alemán hubiese aplicado a rajatabla la estrategia diseñada por el anciano Schlieffen. El plan en sí puede resumirse muy brevemente: TODOS los ejércitos alemanes debían invadir Francia al unísono, siguiendo un plan que profetizaba que la resistencia frente a semejante ataque no se prolongaría más de 42 días, y que (tras la rendición del gobierno galo), sería el momento de darse la vuelta y prepararse para combatir al aliado de Francia: el gigantesco ejército ruso, cuya movilización estaba obligada por los pactos de defensa mutua, pero cuya capacidad de organización, en cambio, era motivo de burla y escarnio (con motivos más que fundados).


Yo me decanté por aquellos que postulan la victoria alemana, aderezando el resultado con otros componentes que me eran necesarios para la trama del argumento y, por qué no decirlo, para añadir elementos de esa ambientación original que estaba aprovechando (y que constituyen la parte de estudio de Historia que también señalaba en el título del artículo). Al fin y al cabo, la teoría de la ucronía consiste en repensar el mundo y decidir cuáles, de entre las probables direcciones que podría haber tomado el destino, se ajustaría mejor a ese camino que hemos decidido forzar. Cambiar un suceso suele implicar que otros eventos encadenados a él también se verán modificados o, incluso, borrados de la historia (o retrasados), y es algo que se debe de tener en cuenta. Así pues, en mi novela os podéis encontrar con un estancamiento político Europeo, más bien tenso, por la incapacidad de lograr una victoria decisiva por ninguno de los bandos (basándome en las opciones de que el presidente Monroe hubiese hecho oídos sordos a quienes le insistían para que los USA entrasen en la guerra de forma activa); el matrimonio entre los herederos de Alemania y Rusia; el fracaso de la expansión de los ideales de la Revolución Bolchevique (derivado de lo anterior, al no eliminarse por completo el gobierno zarista); el desarrollo de la aviación en torno al uso de dirigibles (ya que no se habría llegado a un guerra posicional y el papel de la aviación militar no habría progresado a la misma velocidad), o la inexistencia de grandes fortificaciones al estilo de la Línea Maginot (puesto que no habría un gobierno francés temeroso de otra invasión germánica)…


El esfuerzo fue bastante grande, pero el resultado creo que satisfizo a gran parte de los lectores. Sobre todo, a aquellos que comprendieron que mi intención era hacerles disfrutar de una aventura, y que ese universo ficticio sólo era un elemento más para dar vida a la ilusión de la novela.

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