jueves, 17 de marzo de 2016

Los "Cuentos Cuánticos" (16)

Después de seis meses diseccionando las influencias y la inspiración detrás de cada relato de Ni colorín, ni colorado, hoy toca dar por terminado el análisis del libro; e, igual que hice al elegir el primer cuento de la colección para dar inicio a los artículos, también he escogido el de hoy por la posición que ocupa, ya que es el que cierra el libro. En este caso, mi versión alternativa de la Cenicienta.

El primer escollo a la hora de llevarme esta historia a un género literario diferente era la enorme diferencia entre el original de Perrault, mucho más cargado de ingredientes mágicos, y la versión de los Hermanos Grimm, bastante más cruda. Así que hice un trabajo de amalgama, en el que decidí quedarme con los trajes de fiesta que aparecen y desaparecen, pero sin renunciar del todo a los ingredientes más siniestros. Claro que hay pocos universos literarios donde pudiera reconvertir con facilidad esos elementos y, además, no quería buscar la solución en un género que admitiera la magia (entre otras cosas porque, para esta sección del libro, me había propuesto alejarme tanto como pudiera de los géneros de la fantasía). Pero después de darle unas cuantas vueltas, hallé la solución en el cyberpunk, donde la alta tecnología es capaz de obrar hechos milagrosos. Una elección en la que me beneficiaba de mi familiaridad con esta clase de historias, desde el Neuromante de Gibson al Snow Crash de Stephenson, pasando por películas como Ghost in the shell o Akira. De hecho, la descripción con la que arranca el relato combina ese vocabulario estrambótico y excesivo del género (para la cual me inspiré, sobre todo, en el inicio de Snow Crash), junto con la recreación de los distritos como enormes rascacielos masificados que se hizo en la película Dredd. La idea de una sociedad estratificada de forma física según su status (que también había visto en las ciudades-colmena del universo Warhammer 40000) me sirvió a la perfección para definir el mundo distópico en el que imaginaba la historia. 

Otro elemento que tuvo una gran influencia en la concepción de ese universo fue el transhumanismo de Ghost in the Shell, la capacidad para modificar el cuerpo mediante implantes cibernéticos. La carne invadida por metal y microchips. Y, de mi pasado como jugador de rol en esas ambientaciones, extraje la idea de una tecnología en continua renovación, en la que sólo quienes tienen un gran poder adquisitivo pueden mantener su cuerpo mejorado "al día". Todo lo anterior me sirvió para recrear la famosa escena del zapato, respetando además de forma bastante fiel esos elementos que habían desaparecido del cuento infantil actual: la auto mutilación de las hermanastras, y los pájaros acusadores que delataban la conspiración de la madrastra (aunque, eso sí, preferí no incluir la escena en la que ciegan a las hermanastras), culminando el relato con el pasaje más clásico: la revelación de la verdadera identidad de la fregona gracias a una transformación física. 

En cuanto a la opinión de mis lectores "beta" y los críticos, éste relato siempre ha sido un caso curioso (que se repetía con la versión Bradburiana de Caperucita Roja): los lectores poco acostumbrados a la ciencia-ficción suelen tener una respuesta bastante tibia, mientras que los aficionados al género la han disfrutado mucho. Yo, por mi parte, estoy muy satisfecho con el ejercicio de estilo que llevé a cabo al imitar el vocabulario cyberpunk, así como con la combinación de referencias con las que construí el universo de la historia. De modo que, dejándome llevar por mi orgullo, tomé una decisión un tanto arriesgada y lo elegí para convertirse en el colofón del libro, considerando que le daba el final más apropiado a todo el conjunto.

Y eso es todo. Con estas palabras doy fin a mis explicaciones sobre el proceso de escribir Ni colorín, ni colorado, confiando en haber despertado vuestra curiosidad con estos artículos y que os animéis a darle una oportunidad al libro. Y en breve espero confirmar que, aún siendo modestas, las cifras de ventas demuestren que sí ha habido lectores dispuestos a descubrir el destino de sus personajes de la infancia.

Un saludo.


(Ni colorín, ni colorado se puede adquirir en formato físico o digital en Amazon. Y si vives en Madrid y prefieres echarle un ojo antes, pásate por Generación-X Carranza).


(Aquellos que vayan a leerlo, tengan en cuenta la prescripción facultativa del autor: para disfrutar los relatos, no lean más de dos al día. Igual que las bolsas de caramelos, si se lo tragan de una sentada es posible que se les empache).

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