Mientras sigo esperando a que vayan anunciándose las fechas de publicación de algunos relatos, ha empezado a perfilarse en el horizonte otra cita en la que poner a prueba mi desparpajo en público: la Semana Gótica de Madrid. Y es que, gracias a ser miembro de NOCTE, he acabado invitado como ponente en una de las mesas redondas que se van a realizar dentro del Encuentro de Literatura (el 28 de Octubre en el Museo Romántico de Madrid, para más señas).
Si digo que estoy entusiasmado por esta oportunidad que se me ha brindado, puede que me quede corto. Y es que, además, debería añadir una buena cantidad de nervios y la sensación de estar afrontando una gran responsabilidad para describir de forma exacta lo que me está pasando por la cabeza durante estos días. Desde que estuve en el Dystopic Madrid de 2013, para hacer un taller sobre la escrituras de relatos Steampunk en el club Ithilien, no había vuelto a tener que pensar en "preparar apuntes".
¿Por qué la necesidad de refrescar datos e información teórica? Pues porque el tema propuesta para la charla por la organización es "Terror literario versus Terror audiovisual". Un debate que, personalmente, supone un gran desafío. En primer lugar, por mi temor natural a "no saber suficiente". Mis lecturas en el género han consistido en "picotear" aquí y allá en algunos de los grandes nombres del terror: Poe, Lovecraft, King, Lefanú... llegando después hasta Koontz e incluso obras "tangencialmente terroríficas" (El Descenso de J. Long, El corazón de la oscuridad, Las aventuras de Arthur Gordon Pym...) y que en conjunto me han servido para aprender los recursos que ahora pongo en práctica al intentar causar espanto en el lector; sin embargo, mi relación con el cine de terror no ha sido tan amplia. Y por motivos muy claros: no me llevo demasiado bien con las temáticas más en boga en el género. Las historias de casas encantadas me han desasosegado desde que era muy joven, y lo mismo me ocurre con las películas que juegan con posesiones. Si a eso se le añade que el cine gore nunca me ha seducido, es fácil darse cuenta de que existe un buen número de películas de terror que he "esquivado". Aunque, por si alguien se lo pregunta, diré que mi ránking de películas que me provocan un escalofrío al recordarlas tiene en su parte alta a Al final de la escalera, El exorcista, Invasores de Marte, Señales, Los Otros, La Morada del Miedo, y algunas más que ahora no recuerdo (o mi memoria ha decidido olvidar, en pro de mi salud mental)
El hecho es que, en esa búsqueda de datos para "organizar ideas", se me ocurrió marcar cuáles serían los elementos definitorios de una buena historia de terror. Y cuando consulté con posterioridad qué decía internet al respecto, descubrí que esa lista correspondía con bastante exactitud a las bases del terror psicológico. Así que, a pesar de mi tendencia a trabajar con elementos sobrenaturales, se puede entender que no comulgue mucho con la corriente actual del sobresalto repentino. Y cuál es el tipo de terror que defiendo. Por otra parte, el tema puede dar pie a un debate bastante interesante (siempre y cuando no se limite a cuál de los medios es más efectivo a la hora de cumplir con su fin). Porque, obviamente, si medimos el terror en magnitudes de salto en el asiento y decibelios de gritos, la literatura se va a encontrar en desventaja. Y yo, al menos, no me atrevo a ser demasiado optimista respecto al mérito que le va a conceder la audiencia del evento a la capacidad de sugestión de un texto bien escrito. Aunque puede que me equivoque y el público sea más bibliófilo que cinéfilo...
En definitiva, que Octubre me está convirtiendo en un manojo de nervios. Por la llegada de este nuevo "cara a cara" con el público, por las ganas de ver publicadas al fin las antologías que estaban anunciadas para este mes y porque, sin proponérmelo, me veo de pronto mucho más integrado en el mundillo literario (y en primera fila) de lo que habría esperado sólo unos meses atrás.
Ahora, como me decía una amiga recientemente, sólo falta que me crea de una vez que soy bueno en esto y deje de tener dudas a la hora de encarar el futuro.
Si digo que estoy entusiasmado por esta oportunidad que se me ha brindado, puede que me quede corto. Y es que, además, debería añadir una buena cantidad de nervios y la sensación de estar afrontando una gran responsabilidad para describir de forma exacta lo que me está pasando por la cabeza durante estos días. Desde que estuve en el Dystopic Madrid de 2013, para hacer un taller sobre la escrituras de relatos Steampunk en el club Ithilien, no había vuelto a tener que pensar en "preparar apuntes".
¿Por qué la necesidad de refrescar datos e información teórica? Pues porque el tema propuesta para la charla por la organización es "Terror literario versus Terror audiovisual". Un debate que, personalmente, supone un gran desafío. En primer lugar, por mi temor natural a "no saber suficiente". Mis lecturas en el género han consistido en "picotear" aquí y allá en algunos de los grandes nombres del terror: Poe, Lovecraft, King, Lefanú... llegando después hasta Koontz e incluso obras "tangencialmente terroríficas" (El Descenso de J. Long, El corazón de la oscuridad, Las aventuras de Arthur Gordon Pym...) y que en conjunto me han servido para aprender los recursos que ahora pongo en práctica al intentar causar espanto en el lector; sin embargo, mi relación con el cine de terror no ha sido tan amplia. Y por motivos muy claros: no me llevo demasiado bien con las temáticas más en boga en el género. Las historias de casas encantadas me han desasosegado desde que era muy joven, y lo mismo me ocurre con las películas que juegan con posesiones. Si a eso se le añade que el cine gore nunca me ha seducido, es fácil darse cuenta de que existe un buen número de películas de terror que he "esquivado". Aunque, por si alguien se lo pregunta, diré que mi ránking de películas que me provocan un escalofrío al recordarlas tiene en su parte alta a Al final de la escalera, El exorcista, Invasores de Marte, Señales, Los Otros, La Morada del Miedo, y algunas más que ahora no recuerdo (o mi memoria ha decidido olvidar, en pro de mi salud mental)
El hecho es que, en esa búsqueda de datos para "organizar ideas", se me ocurrió marcar cuáles serían los elementos definitorios de una buena historia de terror. Y cuando consulté con posterioridad qué decía internet al respecto, descubrí que esa lista correspondía con bastante exactitud a las bases del terror psicológico. Así que, a pesar de mi tendencia a trabajar con elementos sobrenaturales, se puede entender que no comulgue mucho con la corriente actual del sobresalto repentino. Y cuál es el tipo de terror que defiendo. Por otra parte, el tema puede dar pie a un debate bastante interesante (siempre y cuando no se limite a cuál de los medios es más efectivo a la hora de cumplir con su fin). Porque, obviamente, si medimos el terror en magnitudes de salto en el asiento y decibelios de gritos, la literatura se va a encontrar en desventaja. Y yo, al menos, no me atrevo a ser demasiado optimista respecto al mérito que le va a conceder la audiencia del evento a la capacidad de sugestión de un texto bien escrito. Aunque puede que me equivoque y el público sea más bibliófilo que cinéfilo...
En definitiva, que Octubre me está convirtiendo en un manojo de nervios. Por la llegada de este nuevo "cara a cara" con el público, por las ganas de ver publicadas al fin las antologías que estaban anunciadas para este mes y porque, sin proponérmelo, me veo de pronto mucho más integrado en el mundillo literario (y en primera fila) de lo que habría esperado sólo unos meses atrás.
Ahora, como me decía una amiga recientemente, sólo falta que me crea de una vez que soy bueno en esto y deje de tener dudas a la hora de encarar el futuro.
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