En primer lugar, sería correcto advertir que la lectura de “Puro Fuego” tiene el hándicap de bordear lo desasosegante. No en vano, la autora nos propone acompañar a unos personajes que son objeto de maltratos físicos y vejaciones de una inusitada dureza. Ambientada a principios de los años 50 en una pequeña ciudad próxima a la frontera con Cánada, la novela juega a ser la transcripción de las notas de Maddy Wirtz, cronista de las andanzas de Foxfire; un grupo de jovencitas pre-adolescentes dispuestas a rebelarse contra las ataduras que les impone la sociedad machista del momento (de ahí esas “confesiones de una banda de chicas”).
Para ponernos en situación, Oates no tarda en mostrarnos un ejemplo descarnado del ambiente cuasi marginal en el que viven sus protagonistas. Así, empezamos por descubrir que Maddy trabaja para mantener el piso en el que vive con su madre depresiva. Prólogo al que acompaña la narración de cómo otra de las chicas fue llevada por sus hermanos hasta el garito de una banda de chicos, donde abusaron de ella. La primera de toda una retahíla de situaciones, en las que seremos testigo del abuso de poder de los adultos (especialmente hombres) contra ellas.
Es en estas circunstancias en las que se nos presenta a “Legs” Sadowsky. Amiga íntima de Maddy y víctima, como ella, de una familia desestructurada; pero con un espíritu muy diferente ya que, desde el principio, encarna el papel de una “fuera de la ley”: se mueve de forma clandestina, ignorando la autoridad de un padre alcohólico, y en todo momento se rebela contra el encasillamiento en un rol femenino, para lo cual recurre a un aspecto más bien andrógino. Será la personalidad de esta rebelde lo que acabará aglutinando a su alrededor a las demás muchachas, atraídas por la aplicación de justicia improvisada que les propone. Foxfire nace y se sostiene en la voluntad de “Legs”. En ella y su visión del mundo, como un conflicto entre los hombres opresores y las mujeres reprimidas. Ese ideario, aderezado por los principios socialistas que un anciano comunista le ha imbuido, convierte en directrices básicas de la banda combatir la desigualdad y hacer pagar a los que abusan de su poder; unas máximas que veremos cristalizar en las primeras acciones de represalia que llevan a cabo, mediante las cuales someten a sus enemigos al escarnio público. Y es que las Foxfire acabarán usando a su favor la doble moral de una sociedad machista pero puritana, al descubrir que pueden desquitarse con tan sólo pregonar las “debilidades” de esos hombres (o amenazar con descubrirlo). Desquites que pasarán del vandalismo a la extorsión y, finalmente, a una violencia más extrema con el paso del tiempo.
Otro puntal de la banda, derivada de esa obsesión de “Legs” por liberarse del rol femenino tradicional, es su continua negación a relacionarse con chicos. Un rechazo que llega hasta el extremo cuando se sospecha que alguna de ellas está incumpliendo esta “norma”, pues el “núcleo duro” de Foxfire considera ofensivo el supeditarse a un hombre. En cambio, la narración está salpicada por una serie de escenas en las que las componentes de la banda se dejan llevar por una absoluta desinhibición sexual entre ellas. Y, mientras Maddy y “Legs” parecen limitarse a una forma de relación platónica, no tardamos en atisbar lazos más fuertes entre otras chicas.
El desarrollo de la historia, una vez que se organiza la banda, nos va mostrando cómo esas víctimas muestran partes ocultas de la personalidad bajo el abrigo de sus compañeras. Añadido a la violencia creciente que las chicas liberan contra quienes les agreden, este peligroso cocktail acabará provocando un incidente y el arresto de la banda, a resultas de lo cual “Legs” enfrentará un periodo de reclusión forzosa. Durante ese tiempo, el sistema se las ingeniará para buscar los límites a la voluntad y la resistencia física de la muchacha, dejándola marcada en ambos sentidos. Pero, una vez que recupere la libertad, la banda recobrará su fuerza y las chicas se atreverán a emanciparse de sus familias, organizándose para sobrevivir de forma independiente. O, al menos, adquiriendo unas mínimas trazas de organización. Es entonces cuando el desarrollo de la historia deriva, como cabría pensar, hacia la catástrofe. Y es así porque no existe una salida viable para un grupo de adolescentes lideradas por una revolucionaria, cuando los medios para alcanzar su fin coquetean con la delincuencia. El sueño de vivir libres de cadenas se vuelve complicado para estas quinceañeras, al descubrir que no pueden romper los eslabones sin recurrir al “vil metal”. Por más que “Legs” demuestre un ingenio asombroso para el camaleonismo social, añadido a una vertiente manipuladora que sólo entonces se nos descubre, el destino no será favorable para las Foxfire. Al final, no lo olvidemos, estas son las confesiones de una banda.
Como curiosidad, comentar que existen dos adaptaciones de la novela para la gran pantalla. La primera, de 1996, cambia su ambientación a los 90 y tuvo a Angelina Jolie como “Legs”. La segunda, de este mismo año, es más fiel a la obra original en el desarrollo y la trama, aunque tampoco se atreve con ciertos aspectos escabrosos de la historia.
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