lunes, 8 de octubre de 2018

Stephen King, el éxito a pesar de uno mismo.

Con la reciente reimpresión de Mientras escribo, un buen número de aficionados a la escritura y seguidores del maestro del terror vuelven a tener a su disposición en las estanterías de todas las librerías este peculiar texto.

Personalmente, confieso que mi relación como lector de King pasó del amor al odio, para equilibrarse hace unos años en un respeto profesional tras leer éste libro. En la adolescencia disfruté de forma inmensa La zona muerta, (mi primer contacto, gracias a la biblioteca de un familiar), Ojos de fuego y Carrie (por su temática, que entroncaba de manera perfecta con mi afición a los cómics de mutantes), y La larga marcha (que considero una extraordinaria obra distópica y de terror psicológico); pero después de It, ninguna otra novela logró tocarme la fibra sensible. Cujo y Maleficio me parecieron ya menores en comparación con las otras y, cuando el maestro del terror anunció que iba a hacer una historia en un mundo fantástico, acabó de defraudarme con Los ojos del dragón. A partir de ese momento me uní al amplio sector de detractores que opinan que "King escribe demasiado y demasiado rápido para que todo sea bueno" (opinión que en Padre de Familia escenificaron a la perfección en un sketch en el que el autor, en una entrevista con su editor, se inventa sobre la marcha que su próxima novela tendrá a un flexo como el monstruo).

(Padre de Familia, ep. 11 temp. 2. Para haters de King)

A pesar de todas esas reticencias, había oído a muchas personas recomendar el libro y lo veía de vez en cuando en la lista de obras para "futuros escritores". Así que, coincidiendo con su publicación en formato de bolsillo, me hice con mi ejemplar un día que fui a la busca de libros dedicados a la escritura. Y solo con sus primeras páginas me impresionó.

King arranca la obra con una autobiografía centrada en su progresión literaria, desde la infancia errabunda provocada por el abandono paterno (salpicada de muchas anécdotas graciosas propias de semejante entorno en la niñez), pasando por su matrimonio a una edad muy joven y las dificultades económicas como profesor de lengua teniendo que mantener a una familia con dos hijas, hasta llegar al éxito de Carrie y sus primeras novelas... uniendo este ascenso al Olimpo literario con su muy personal descenso a los infiernos de la adicción: de su primera borrachera con menos de veinte años, a caer en el alcoholismo durante décadas, mezclado con el consumo de drogas en sus momentos más oscuros; llegando incluso a emular a los personajes del Yonqui de Burroughs, al acabar tomando jarabes con derivados de opiáceos. 
"El primer paso que dio Tabby fue vaciar en la alfombra una bolsa de basura llena de cosas de mi despacho: latas de cerveza, colillas, cocaína en botellitas de gramo, más cocaína en bolsitas (...) Valium, Xanax, frascos de jarabe Robitussin para la tos y de NyQuil anticatarro, y hasta botellas de elixir bucal."
Aunque sea una de las novelas que menos me gustó, resulta terrible leer su testimonio respecto a cómo le afectó su adicción durante la escritura de Cujo.
"... tengo una novela, Cujo, que apenas recuerdo haber escrito. No lo digo con orgullo ni con vergüenza; sólo con la vaga sensación de haber perdido algo. Es un libro que me gusta, y ojalá guardara un recuerdo agradable de haber redactado las partes buenas."
Una espiral que su familia le ayudó a cortar, por suerte para sus fans, ya que le sirvió para ver las cosas en perspectiva tras sufrir un gravísimo atropello en 1999 (que él describe como la escena de una de sus novelas) a resultas del cual comenzó la redacción del libro que nos ocupa.


La segunda mitad, dedicada ya a la escritura, se titula "Caja de Herramientas" y define la forma en que él entiende el oficio: hacerse con una serie de buenas herramientas que te ayuden a la hora de fabricar historias. Así comienza a describir la necesidad de saber manejar el vocabulario, la gramática, a seguir un manual de estilo, y a aprender a trabajar los párrafos. Los últimos consejos serían leer mucho y escribir mucho.
"El programa agotador de lectura y escritura por el que abogo (de cuatro a seis horas diarias toda la semana) solo lo parecerá si son actividades que ni te gustan ni responden a ningún talento tuyo. De hecho, puede que ya estés siguiendo uno parecido. (...) La lectura constante te lleva a un lugar (o estado mental, si lo prefieres) donde se puede escribir con entusiasmo y sin complejos.  También te permitirá ir descubriendo qué está hecho y qué por hacer, y te enseña a distinguir entre lo trillado y lo fresco, lo que funciona y lo que solo ocupa espacio. Cuanto más leas, menos riesgo correrás de hacer el tonto con el bolígrafo o el procesador de textos."
Por supuesto, también habla de su rutina de escritura diaria. Un ejercicio estajanovista que es bastante conocido entre los aficionados.
"Me gusta hacer diez páginas al día, es decir, dos mil palabras. En un mes son 180.000 palabras, que para un libro no está mal..."
Cada capítulo se completa con varios ejemplos prácticos, incluidos fragmentos de textos propios de King, en los que desgrana los aspectos prácticos de su proceso creativo. Cómo estudia el manuscrito (a diario, y una vez terminado el manuscrito) para eliminar aquello que es superfluo o afecta a la calidad del texto, amén de repasar la mayoría de recomendaciones de estilo de todos los manuales (evitar adverbios, las repeticiones, los problemas de vocabulario, etc...)

De todo ello, el ejemplo sobre cómo leer un texto propio con ojo crítico fue con el que logró que volviera a respetarle. De todo el trabajo detrás de las horas invertidas en levantar una novela, esa capacidad para recortar "paja" al texto y decidir que tal o cual parte necesita reelaborarse o sobra del todo, es la más difícil de desarrollar. Pero también ocurre que, cuando lo consigues, la sensación después de corregir un manuscrito es satisfactoria en extremo.

En definitiva, Mientras escribo constituye una obra de referencia para cualquier persona que aspire al oficio de escritor. ¿Les convertirá en otro Stephen King? No lo creo posible, ya que no da ninguna receta secreta. De hecho, una de las primeras cosas que dice es:
"No hay ningún Depósito de Ideas, Central de Relatos o Isla de los Best-sellers Enterrados."
Lo mejor es que sus consejos le servirán de forma general a cualquier escritor. Y, en todo caso, quien tenga el talento y la capacidad para igualar su velocidad de escritura, podrá aspirar a niveles similares de prolificidad. Siendo consciente en todo momento, eso sí, de que si el propósito es alcanzar el oficio de escritor profesional ésta es una carrera de fondo en la que, a quien flaquea, le conviene quedarse en la cuneta igual que en su Larga marcha.

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