viernes, 26 de diciembre de 2014

"Aleación de Ley" de Brandon Sanderson

Entre los años 2006-2008, Brandon Sanderson publicó la trilogía de Nacidos de la Bruma; una saga de fantasía épica en un universo dominado por el terrorífico Lord Legislador, donde existía un reducido grupo de elegidos capaces de usar el poder de una extraña magia llamada alomancia (una habilidad de tintes alquímicos, en la que el cuerpo de la persona actúa de crisol para determinados metales). Sin embargo, tras dar por terminada esta historia, Sanderson quiso fantasear sobre cómo se desarrollaría en el futuro esa sociedad que había inventado. Y un punto intermedio entre la trilogía original y la que sería su nueva ambientación se ubicó Aleación de Ley: una novela de aventuras clasificable como Weird West.

Personalmente, me considero una fan "no practicante" de Brandon Sanderson. A pesar de la extensa cantidad de obras que ha publicado, sólo había leído una de ellas antes de esta: Elantris. Sin embargo, mi falta de fidelidad se debe al hecho de que las ambientaciones de las demás novelas no me resultaron atractivas. Elantris planteaba un mundo de fantasía épica en decadencia, y Aleación de Ley me picó la curiosidad precisamente por su trasfondo Steampunk.


(portada británica del libro)

¿Steampunk? ¿Pero no era Weird West? Me explico. Esa ambivalencia se debe a que el universo nos recuerda a esos dos géneros: Elendel, una ciudad de brillantes avances tecnológicos (una especie de Nueva York decimonónica, mejorada por la ciencia del vapor y la electricidad), contrapuesta a los Áridos, un territorio donde la ley es practicada sólo por unos pocos valientes, enfrentados a grupos de forajidos. Cierto es que la mayoría de la acción transcurre en la ciudad, pero el protagonista y sus compañeros no dejan de compara cada lado de esta moneda una y otra vez. Amén de que el vestuario de los personajes recrea de inmediato la imagen de un vaquero en la mente del lector. Y el hecho de que el componente "mágico" (la alomancia) tenga una gran relevancia argumental me hace situarla dentro del género Far-West fantástico.

El planteamiento de la historia es sencilla: tras muchos años ejerciendo de Vigilante en los Áridos, una terrible pérdida personal empuja a Lord Waximillian Ladrian a regresar a Elendel para tomar las riendas de su decadente casa nobiliaria. A partir de entonces su costumbre de inmiscuirse en los asuntos de la policía le irá causando problemas de lo más variopinto, hasta verse inmerso en una increíble conjura que amenaza socavar los cimientos del poder aristocrático de Elendel.

Eso sí, aunque la historia gire en torno a un caso misterioso (unos escurridizos asaltantes de trenes) y el protagonista (y su amigo/ayudante) actúen como defensores de la justicia (a pesar de la policía), la comparación con cierto detective asesor no son fáciles. A menos que lo comparemos con el Sherlock de Guy Richie, estrenado en cines dos años antes del lanzamiento de la novela. Comento esto porque, aún siendo discutible el nivel de influencia que pudiera tener sobre Anderson, cierto es que al pensarlo uno encuentra bastantes similitudes en la ambientación y la personalidad de sus protagonistas (aunque en la novela es probable que debieran intercambiarse los roles entre Robert Downey Jr y Jude Law). De todo esto puede deducirse cuánto prima la acción a lo largo de la trama: tiroteos, persecuciones, explosiones...

Sanderson hace evolucionar la historia siguiendo el esquema arquetípico de una trama de detectives: presentando el misterio y dejando luego que el protagonista demuestre sus habilidades deductivas, reuniendo las piezas del puzzle de forma paulatina junto con sus compañeros de aventuras; lo cual lo va llevando hacia los preceptivos enfrentamientos con los aliados o lacayos del cerebro criminal responsable de todo. Eso sí, aparte de esas escenas de acción trepidante el lector también puede divertirse con la traviesa conducta de Wayne, el ayudante de Waximillian, y con los muy peculiares problemas del antiguo Vigilante con las mujeres y la encorsetada sociedad de Elendel.


(imagen de la portada en la edición USA)

La parte más original (y que, habiendo leído la trilogía inicial, supongo que será más fácil de entender) es el funcionamiento de la alomancia y la feruquimia: una "anomalía" física por la cual ciertos individuos actúan como catalizadores de un metal (o par de metales) concreto. Estas habilidades se activan de formas diferentes, pues en un caso la persona consume (literalmente) ese metal para llevar a cabo ciertas proezas físicas o mentales, mientras que otras le son "innatas" por esa misma relación con el metal, de forma que puede hacer un uso más generalizado de ellas. Así, por ejemplo, el protagonista tiene vinculada su naturaleza al acero (y lo ingiere en forma de limaduras diluídas en alcohol), lo cual le permite "quemarlo" para percibir la presencia del metal alrededor y actuar sobre el acero que le rodea, con una forma muy especializada de "telekinesis", por así decirlo. Sin embargo, cada metal tiene asociadas una propiedades alománticas diferentes, por lo que las habilidades que despliega cada personaje varía según el metal (o aleación) vinculado a su naturaleza (aceleración temporal, regeneración, control mental...)

Como ya he dicho, aparte de la dificultad de comprender cómo funciona la alomancia y la feruquimia al principio, la novela es muy amena. Como libro independiente funciona a la perfección ya que la mención al pasado de Elendel, a través de ciertos personajes mitológicos y sus religiones, no estorba a la lectura (y puede desarrollar interés por la saga de Nacidos de la Bruma). Un detalle interesante, y casi pintoresco, es el uso de portadas de periódico figuradas que abren varios de los episodios; una nota de color que permite a Sanderson introducir detalles sobre esta nueva versión del universo de Scandriel sin estorbar a la historia. El único pero, eso sí, se puede encontrar en el hecho de que deja abierta la puerta a una secuela que remate del todo la trama; y, como sucedió con Elantris, se trata de continuaciones "en preparación".

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