miércoles, 16 de mayo de 2018

Presentando a Monozuki (III)

Para el artículo de hoy, he escogido un elemento de la escritura de novelas de fantasía que está muy de moda: el worldbuilding. La construcción de esos universos inexistentes por los que van a moverse los personajes de nuestras novelas, y que incluye desde la simple geografía hasta las lenguas de sus habitantes, las costumbres y las religiones.

El relato breve que sirvió de base para la novela no había necesitado de ese trabajo, ya que estaba situado en un universo que se podía interpretar como una versión mágica del Japón feudal. Sin embargo, al tomar la decisión de expandir la historia de Monozuki, preferí recurrir a un mundo propio. Manteniendo los nombres en japonés y la estética oriental, eso sí, pero como un poso; el núcleo a partir del cual ir añadiendo capas de fantasía. En cierto sentido, suponía mi manera de imitar el concepto de escapar a la ambientación tradicional europea que tanto me impactó en Máscaras de matar, de León Arsenal . 



Reconozco que, para facilitarme el proceso, hice "trampas". En aquel momento ya tenía un universo pergeñado que, además, jugaba también a recordar al Japón de los samuráis. Lo había creado para una novela, nunca terminada, en la que pretendía asimilar conceptos del universo de Warhammer 40000 a una ambientación de steampunk orientalizada. Mucho de su trasfondo, incluidos los monstruos que aparecen en la novela, acabaron así formando parte del mundo por el que acompañamos a Monozuki. Aunque eso fue solo el principio. Desde entonces, las páginas dedicadas a detallar aspectos de la historia de este mundo y los seres que lo habitan se han incrementado de manera exponencial. Haciendo así que el lector pueda desviar la mirada de la escena y adivinar un mundo enorme más allá de Tojinbo y sus alrededores. Un mundo que la mayoría de lectores beta dijeron que les gustaría explorar.



¿Quieres saber más? Pues solo tienes que esperar a mañana, para disfrutar de más curiosidades sobre Monozuki, la chica zorro. 

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