lunes, 3 de abril de 2017

"Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen

Por si a alguien le extraña que, dados mis gustos literarios, haya acometido la lectura de este libro (ignorando la versión zombificada de hace unos años), me explicaré confesando que se trata del título escogido por el club de lectura al que pertenezco. Es de esta manera como logro obligarme a leer clásicos y/o autores a los que, de otra manera, sería difícil que les diera una oportunidad. Y así, además, puedes entretenerte luego comentando tu opinión sobre el libro delante de un café y un pedazo de tarta. 

A pesar de todo lo anterior, no voy a despotricar en contra de la obra de Jane Austen. Aunque las historias centradas en romances siguen sin ser de mi predilección, Orgullo y prejuicio contiene varios elementos que me resultaron interesantes: por una parte, la representación de las diferencias entre los aristócratas ingleses; por otra, la plasmación del papel de la mujer en esa sociedad y las cortas ambiciones que se le ofrecen; y por último, aunque no menos importante, el humor negro con el que describe esos matrimonios nacidos de una mera conveniencia económica, entre otras cosas. 



La sinópsis de la obra es relativamente sencilla: la historia se centra en Elizabeth Bennet, hija de una familia adinerada venida a menos, y de la relación de amor/odio que se forja entre ella y Mister Darcy, un caballero con una inmensa fortuna a la que todos desean emparentarse. Sin embargo la narración se entretiene también en los esfuerzos de las demás hermanas de la familia Bennet por encontrar una pareja, y a través de ellas nos ofrece Austen un surtido de tipos de mujer de la Inglaterra de finales del XVIII (limitado, eso sí, a las clases medias y altas).

Para empezar, y es el elemento que cobra mayor importancia desde un principio en la novela, habría que hablar de las nítidas barreras que se establecían entre las personas según lo voluminoso de las rentas. A lo largo de la narración se refieren a ellas en varias ocasiones, demostrando la naturalidad con la que cada cual asumía su posición, inferior o superior respecto de los demás, en base a ese único factor económico y cómo, igual que en un sistema de castas, la persona de una "clase inferior" resultaba inadecuada para el matrimonio. Un detalle que, a la postre, le sirve a Austen para establecer el mayor de los escollos hacia la felicidad que se interpone en el camino de las hermanas Bennet.

(ilustración de una edición de 1923)

En un libro escrito por una mujer y centrado en personajes femeninos tenía que acabar por reflejarse la situación de su sexo en esta época. Y, por desgracia, el retrato que nos ofrece la autora resulta desolador. La máxima aspiración de esas mujeres residía en encontrar un marido. Un hombre con similar poder adquisitivo, cuando menos, si es que no se podía conseguir un pretendiente con rentas más suculentas. Tal es esto que incluso la protagonista, que en un principio se muestra indiferente a su soltería, acaba por evidenciar más tarde una clara disposición al matrimonio (aunque, como es obvio, la suya se supone como una muy poco común relación de igualdad marido-esposa para la época). Esta caza de un marido, en el amplio sentido de la expresión, nos brinda situaciones en que la edad, el aspecto físico, o la mezcla de ambos marcan la urgencia de cada personaje femenino por lograr su objetivo antes de convertirse en solteronas. Y, a la inversa, nos muestra a jóvenes recién llegadas a la adolescencia cuya meta es casarse cuanto antes para no verse "rebajadas" a tener que trabajar como institutrices. Como digo, un retrato nada favorecedor de las mujeres de la alta sociedad, que me recordó un poco al paralelismo de las hormigas en La vida de los insectos de Viktor Pelevin.

Todo lo cual nos lleva hasta lo que, en mi opinión, debía ser para Jane Austen el ejemplo paradigmático de estos casamientos medidos por rentas y selladas por la necesidad: los padres de la protagonista. Una pareja dispar a la que el tiempo les ha enseñado a soportar las rarezas del otro, pero poco más. Como le dice el padre a Elizabeth en cierto momento: 
<<Hija mía, no me des el disgusto de verte incapaz de respetar al compañero de tu vida. No sabes lo que es eso.>>
Por último, aunque también sea un elemento persistente a lo largo de la historia, insistir en la fuerza con que se expresan algunas ideas mediante la ironía, desde la misma frase inicial del libro. Acidez verbal de la que el padre de las hermanas Bennet se convierte en máximo exponente, seguido a cierta distancia por la propia Elizabeth (en especial, en aquellos momentos en que el narrados nos desvela sus pensamientos). Esta forma de crítica a la sociedad se complementa con varios personajes que, más que retratos, son caricaturas de modelos de la época (la señora Bennet, el primo clérigo, las hermanas pequeñas...), al modo de "secundarios cómicos" de alguna obra de teatro. Y de esa apariencia risible podemos extraer cuál sería la opinión de Jane Austen sobre ellos y ellas...

Así pues, y dejando de lado la trama un tanto folletinesca y de comedia de enredos, el principal valor de esta novela reside para mí en ese retrato tirando a descarnado de la "Gentry" inglesa a finales del XVIII. Y una forma de tener presente cuánto ha avanzado el movimiento feminista en la mentalización y la consecución de mayor independencia para la mujer en estos últimos dos siglos.