martes, 13 de diciembre de 2016

"El horror según Lovecraft" de J.A. Molina Foix

La de hoy es una reseña dedicada a una lectura de "aprendizaje", un libro que me interesó por su capacidad para ponerme en contacto con una buena cantidad de autores que me eran más o menos desconocidos. No en vano, como aficionado a los relatos de Lovecraft he sufrido un dilema que (supongo) le debe resultar conocido a otros lectores: la dificultad para encontrar obras de autores contemporáneos al "genio de Providence", fuera de las recopilaciones de relatos ambientados en los universos de Cthulhu. Es una percepción personal, pero creo que durante muchos años las editoriales consideraban los ciclos de Lovecraft como un valor seguro y se limitaban a ese material a la hora de publicar "terror decimonónico"; que en las librerías había docenas de ediciones o reediciones de títulos lovecraftianos, y (casi) ninguna referencia fuera de ese universo, produciéndose un salto temporal inmediato que te llevaba a autores actuales.

Esa es mi opinión. Y esa es la razón de que en una de mis visitas a Barcelona y (casi por tradición) a Gigamesh, tardase solo unos segundos en decidir que necesitaba tener esta antología publicada por Siruela y organizada por Juan Antonio Molina Foix. Una decisión de la que me alegro, pues creo que cumple con el objetivo que se plantea: ofrecer un surtido de relatos de terror coetáneos a la creación de Lovecraft. Y, sobre todo, he disfrutado descubriendo a esos autores que le influenciaron a la hora de construir su personal estilo de relato (aunque, como el propio Molina Foix reconoce, las limitaciones de espacio le impidieron incluir a algunos de los considerados como pilares fundamentales del género: Radcliffe, Brockden Brown, Hodgson, E.T.A. Hoffmann...). Para mi, en concreto, este libro ha supuesto el hallazgo de Charlotte Perkins Gilman. Todo lo cual me lleva a la siguiente recomendación: si sois, o conocéis, un autor con aspiraciones de escribir terror y afición por el estilo de Lovecraft, este es un libro que os resultará muy útil para expandir vuestras referencias literarias. Algo a lo que colabora de forma sustancial el breve texto de presentación que acompaña a cada relato, en el que se referencian las obras más representativas de cada autor. 


Después de esta diatriba, creo que poco más puedo decir sobre mi opinión general al respecto del libro. Así que va siendo hora de comentar su contenido de forma sucinta, comenzando por aquellos relatos que más me han llamado la atención de los que componen la antología.

La litera de arriba, de Francis Marion Crawford. Como dice la propia presentación del relato, citando a Lovecraft, "gran parte de la mejor literatura de horror americana procede de plumas no dedicadas exclusivamente a este género". Y, si bien considero que se trata de un relato de terror con fantasma al cual el tiempo y la evolución de la narrativa le ha reducido su capacidad para causar miedo, lo resalto por esa frase y lo que puede enseñar a los aspirantes a escritores: no encerrarse en los círculos del género y aprender a encontrar voces igual de válidas en autores que estén en órbitas "más lejanas".

El papel amarillo, de Charlotte Perkins Gilman. Ya he dicho antes que éste ha sido mi gran descubrimiento de la antología. Su relato plantea una bajada a los infiernos de la paranoia y la demencia con un talento enorme. Todo ello narrado en primera persona por su protagonista femenina, al que ese papel amarillo va trastornando de forma progresiva ante nuestros ojos, con unos resultados sorprendentes.

El gran dios Pan, de Arthur Machen. Un relato próximo a la novela corta, con un estilo que demuestra el gran ascendente que tuvo este autor sobre la forma definitiva de la obra de Lovecraft. Aquí encontramos hombres que buscar ir más allá de los límites de la ciencia, universos ominosos que contactan con el nuestro, seres pseudo divinos cuya naturaleza es ajena a la humana en el amplio sentido de la palabra. Y para rematar, un destino funesto sobrevolando a los personajes.

Los sauces, de Algernon Blackwood. Considerado uno de sus relatos más brillantes, con razón. Su descripción del terror psicológico del hombre al enfrentarse a una ruptura de las "leyes de la naturaleza" es de una intensidad brillante. Una lectura obligatoria sobre lugares malditos.

La araña, de Hans Heinz Ewers. Propone un típico diario/ confesión/ testamento del protagonista que se ha visto atrapado en la red (nunca mejor dicho) de uno de esos monstruos que permanecen ocultos entre los humanos sin que nadie lo perciba. Y, a pesar de lo predecible de este formato, logra mantenernos interesados por la resolución final.

Aparte de estos, completan la colección otros diez relatos:

¿Qué fue eso? de Fitz-James O'brien. En el que, con un discurso que recuerda a algunos clásicos como El doctor Jekyll, se nos narra la perturbadora experiencia de unos caballeros que dan con un insólito y aterrador ser.

El pacto de Sir Dominick de Sheridan LeFanu. Su relato sirve para demostrar de forma palpable por qué se le considera el máximo exponente de las historias de fantasmas victorianas.

¿Quién sabe? de Guy de Maupassant. El último relato de terror que escribió mezcla, por una parte, un misterio sobrenatural irresoluble y por otra un final teñido de humor negro.

La muerte de Halpin Frayzer, de Ambrose Bierce. Aprovecho la mención de este autor para recomendar El diccionario del diablo, una obra indispensable para quien practique el humor negro y/o el estudio crítico de la historia. Su relato, en cambio, es una incursión en los cuentos de protagonistas con destinos funestos y lugares, si no malditos, cargados de maldad.

El conde Magnus, de M.R. James. Nos presenta otro de los temas recurrentes de la época: el mal durmiente, que el protagonista acaba despertando (y sufriendo), en medio de un ambiente plagado de señales ominosas.

La mansión de los ruidos, de M.P. Shiel. Es una historia cuyo hilo argumental les resultará muy familiar a los seguidores de Lovecraft: una mansión que tiene algo de ser vivo, una maldición ineludible, y unos habitantes al filo de la locura en el entorno de un paisaje que transpira irrealidad.

La casa de la esfinge, de Lord Dunsany. El más breve de los relatos plantea la llegada del protagonista al lugar donde descansa un poder misterioso. Lírico y sugerente.

De profundis, de Walter de la Mare. El tema de la demencia y las presencias sobrenaturales/ espectrales se nos narra aquí a través de las vivencias del protagonista, un caballero que vuelve para tomar posesión de una antigua herencia familiar.

El final de la historia, de Clark Ashton Smith. Tiene bastante de los primeros cuentos de terror góticos: un ambiente de ruinas, personajes angustiados, y una maldición oculta cuya revelación acaba por trastornar al protagonista.

El testimonio de Randolph Carter, de H.P. Lovecraft. Una antología dedicada al genio de Providence no podía olvidar a su homenajeado, así que da el broche final al libro esta historia en la que uno de sus atribulados personajes nos rinde cuentas sobre el aterrador desenlace de su incursión más allá de las barreras de este mundo.

Y eso es todo lo que puedo decir. Tan solo insistir en mi recomendación como lectura muy práctica para aficionados al gótico y seguidores de Lovecraft. Si estas Navidades tenéis que hacer un regalo a alguien que cumple con esas características, ya sabéis...



martes, 6 de diciembre de 2016

Regresando de Galeras

Vale. Es cierto que el título de este artículo resulta exagerado. Lo sé (y los que me conocen, aún más). Pero durante los últimos tres meses me he auto impuesto un régimen de escritura que, para mi, equivale al de un galeote... literario.  Algo que habréis notado, sobre todo los lectores del blog (en Facebook he estado un poco más activo). Y si no he comentado nada por aquí se debe, sencillamente, a que la mayor parte del tiempo libre del que he dispuesto ha estado dedicado a progresar con mi última novela. Un proyecto que surgió durante una conversación, en la que me propusieron el reto de convertir un relato en algo más, y como tal lo fui elaborando. Poco a poco. Hacía varios años que no me embarcaba en un texto de tanta extensión, comenzó como algo que "quizás encontrase acomodo en una editorial algún día", y por eso me lo tomé al principio con bastante calma; interrumpiendo el proceso cuando se ha abierto alguna convocatoria que me interesase. Convirtiéndose en una obra que quería acabar, pero no lograba culminar.


Todo comenzó con la convocatoria para la antología Chikara. Para un fan del estudio Ghibli, el reto de crear una historia que estuviese imbuida del espíritu y el "aroma" de películas tan admirables como El castillo ambulante, La princesa Mononoke, o El castillo en el cielo no podía dejarse pasar. Y aunque la historia que presenté no logró entrar en la antología, hablando meses más tarde sobre ello con una de las personas involucradas en la selección surgió la propuesta que he comentado antes: aprovechar el universo y los personajes del relato para escribir una novela.

Al principio, reconozco que me pareció que iba a ser una tarea imposible. A pesar de que ciertos momentos estaban resueltos con algo de premura, para poder ajustarme a los límites de extensión de la convocatoria, no sabía cómo hacer para que aquella historia necesitase  la extensión de una novela. De modo que acabé por reelaborar la trama y añadir muchos elementos nuevos, entre los cuales se colaron varios pertenecientes a otro proyecto que se me había quedado estancado tiempo atrás (relacionados con la ambientación y el trasfondo). Eso me ayudó a crear una nueva sinópsis, más compleja, y a dar los primeros pasos hacia las 60.000 palabras que me puse como objetivo.

Al tratarse de un desafío personal y no contar con ningún plazo estricto, el proceso se ha ido alargando y dilatando durante el año. Como "horizonte orientativo" me había marcado el mes de Septiembre, pero a finales del verano ya sabía que eso sería imposible. A pesar de estar imponiéndome una rutina de escritura diaria, los parones para preparar tal o cual convocatoria y el hecho de añadir modificaciones en la sinópsis a medida que la historia los iba "pidiendo", a cambio de replantear ciertos episodios o tramas de personajes, ralentizaban el progreso. Y fue entonces cuando alguien relacionado con una editorial supo del proyecto y se interesó por él.

Sin entrar en muchos detalles, puedo decir que la historia les gustó. Y al preguntarme por una fecha orientativa sobre cuándo podría tener acabado el manuscrito, me atreví a decirles la Navidad. Lo cual, de inmediato, hizo que dejase de escribir nada que no estuviese relacionado con la novela (los seguidores de Facebook han podido comprobarlo, con la ausencia durante estos meses de mis "relatos inspirados en fotografías"). Un esfuerzo que se ha intensificado durante el mes pasado, revisando el final de la sinopsis para adecuarlo a todas las modificaciones que habían ido surgiendo por el camino y, de paso, procurar conservar el tono original del relato.

¿El resultado final? Solo han sido 57.000 palabras, pero considero que el objetivo está conseguido. El manuscrito va a viajar bien pronto a las manos de los lectores críticos, y solo puedo desear que sus opiniones sean favorables. A título personal, considero que es resultado de todo lo que he aprendido de mis errores, desde El secreto de los dioses olvidados,  amén de las enseñanzas de cursos y críticas de compañeros. Así pues, quiero pensar todo ello ha debido servirme para completar una obra más redonda. El tiempo lo dirá, si la suerte acompaña, a principios de 2017.